T03x10: Hacer con el cuerpo el cuerpo del poema.

Definitivamente, con los clamores de «burbuja», se confirmaba que la IA suponía poco menos que un «boom de las punto com» y, aunque este fuera el síntoma en el mercado, por debajo, en la esencia, se confirmaba la transición via engarce, como en el 2000 fue la salida desde las LAN a las WAN, a un nuevo paradigama que abarca e integra a los anteriores y desde él se avalanza hacia lo ignoto y, más grande y enorme, nos planta ante el futuro de posibilidad y potencia apabullante. Por mi parte, en los últimos meses, sabiendo que era oportunidad única, me he puesto fino de vibe-coding. Recuerdo en el 2000 con el salto a la web que fue un poco «traumático». Esta vez, ya prevenido, hice del miedo un aliado, no dejé que la crisis, que el cambio, me aguara la fiesta. Por activa y por pasiva, prompteando o ideando, con agentes LLM o SLM, he campado alegremente por ese nuevo conjunto de técnicas que, ¿séptima generación?, permiten ya un proyecto donde los humanos solo escribamos en lenguaje natural y todo el trabajo máquina lo hagan las máquinas. Lo he llamado «mcp-presets-site» y es una web que se conecta a otros servicios para gestionar un catálogo de contexto para modelos del lenguaje de modo que sea fácil y sencillo conversar con este contexto enriquecido. Estamos viviendo una nueva etapa y, la verdad, lector, me parece emocionante lo que esta en concreto trae.

De adolescente me calaron mucho las letras que Don Durito de la Lacandona enviaba desde la Selva a La Opinión Pública. Esto era antes de que arreciara este mundo nuevo, antes del año dos mil. Allá por el 94, yo era mozo de un Ruedo Ibérico que, como contaré, se estaba desvaneciendo, deshilachándose y escurriéndose como arena entre los dedos, y aparecían estas nuevas «tierras». Quien sea que fuera aquella «Opinión Pública» a la que interpelaba el escarabajo del clip y la media cáscara de nuez por espada y escudo, para mí en aquella época era una entelequia, como dije, solo visible al modo de «espectador» o «sujeto pasivo» del cuarto poder, como consumidor de prensa y espectáculo, la interactividad de la red permitió, dijimos, por un breve espacio de tiempo (un par de décadas) la emergencia de este Quinto Poder tanto en la forma de «Opinión Pública en línea» como, dos caras, en la forma de Perfil rastreable y segmentable en grandes bases de datos de cinco o seis hegemones corpos que, pueden, entonces, usarlo como sustancia de «poder» para dirigir el mundo.

Hoy es 6 de octubre de 2025… lector, si me permites que te presente unas telas de literatura, te enseño cuatro trapos que tejí para ti… hoy es seis de octubre, conmemorando años ya pasados, mientras que el 1 de octubre había sido la fecha de la república de ocho segundos catalana, seis días antes, seis después sería 12 de octubre, se figurará el lector, la contraparte castellana. Quizás por ascendencia andaluza, siento equidistancia entre esos dos reinos, el de Castilla y el de Cataluña. Pero algo de mallorquín tengo en el árbol, así que, entre Isabel y Fernando, supongo, la sangre me tira más al aragonés.

Tanto lo que se celebró el 1 de octubre como lo que se celebra el 12, forma parte de la crisis territoral de mi país, problemas de correlación de fuerzas y sangres (derecho de conquista), en el tramo histórico que a mí me ha tocado estar presente en esta tierra, decimos, esos vientos de autonomía. Y aunque algunos tengan pomposos nombres como Plan Ibarretxe o Estatuto de Miravet, todas las comunidades autonómicas ocuparon la década del 2000 sin tanto ornamento pero fortaleciendo y madurando su individuación como realidad histórica, como democracia dentro de una democracia estatal, adquiriendo nuevas competencias y encargándose de mayores áreas organizativas, ampliando la financiación, ocupándose de la protección del patrimonio, blindando sus sistemas sociales, etcétera.

La década había disparado una girándula de futuro con mil luces de cambio reemplazando el decorado económico con la entrada en Europa. El chovinismo y el «lore» de la transición encontraban así un buen «finalito» para salir de escena y, mismos actores, misma trama, darle el relevo a nuevos modos y maneras ya relacionados con la apertura geoplanetaria y las grandes autopistas de la información que creaban nuevos «valles», nuevas «llanuras», nuevas rutas de la seda, en una aldea global conectada en tiempo real por los fulgores titilantes de esquemas RGB que eran simplemente tres colores alternándose en los puntitos de una matriz que cubría todo el cristal de las pantallas. Pantallas por todas partes. De todos los tamaños.

A la postre, habría de ir esquilmando lentamente antiguos oficios que iban siendo reemplazados por estas pantallas primero operadas con botoneras y después tocándolas directamente con una suerte de suavidad para deslizar, agrandar o contraer. En la medida que el papel y lapiz acogía esta nueva forma de registrar la historia, sin lograr nunca erradicar del todo el negro sobre blanco, todo iba cambiando. El decorado del país mutaba. Como decía, dejaba atrás «nombres propios» y «lugares comunes» analógicos que si querían persistir debían acoger nuevas ropas de etiquetas e imagología. Si querían permanecer debían «inventarse una figura pública».

La imagología como ciencia que, en estos tiempos modernos de «meme», dibuja una imagen pública con su branding, su merchandaising, su SEO, su product-placement y demás ingenieria de visibilidad en el mercado.

Nadie ni nada se ha librado de esta patina de impostura que el mundo digital ha traido consigo. Ni el rincón más oscuro y húmedo de los monasterios, ni la mazmorra más recóndita de palacio, ni el dormitorio de los aristócratas más autárquicos del mundo moderno en su isla privada en medio del Pacífico.

Incluso, ya calado el nuevo milenio, se hablará de «hipervigilancia» y aparecerán grandes corporaciones capaces de hacer mapeo de mercado a tal escala que los axiomas de Pensamiento Único y Valores Dominantes de la Escuela de Frankfurt quedan como balbuceos y gemidos ininteligibles propios de un nesciente al que el gran mundo le queda muy alejado. Juego de niños en comparación con la ingeniería que pueden hacer estas corporaciones para fabricar el consenso.

Sea como fuere, el lore «nuevo», el «posmoderno», que tenía ya instalado el kit cibernético-virtual-digital, oyó «altermundialismo» o «antiglobalización» como respuesta dialéctica, como antítesis a una tesis que, decimos, se había elevado desde los estados-nación, drenándole la escencia, de la mano de grandes corporaciones transnacionales que mezclaban los capitales al tiempo de mover el foco desde las grandes provincias a las grandes metropolis. Un «mapa» de luces y puntitos RGB sostenía un nuevo territorio: «la nube», donde la trama había empezado a proyectarse.

Decimos, todo conectándose, como antítesis, las nuevas críticas a la educación y la pedagogía como vías al pensamiento crítico, la emancipación y la conciencia social con ese colofón en Bourdieu o Gramsi estableciendo categorías en nuestro lenguaje «moderno» (e ilustrado) pero local y desconectado capaces de representar los horizontes y dimensiones descomunales de la Hegemonía cultural.

Sobre el Leviatán, y sus tres poderes (militar, eclesiástico y legal), el Cuarto Poder había mezclado a «las masas» en una amalgama dentro de los medios de comunicación y ya figuraban «habitantes de una aldeal global» aunque, ramas del arbol de las lenguas, todavía cada uno permeara al «inglés» en occidente o al «chino» en oriente (o «al ruso» en el norte) con mayor o menos destreza: made in china, made in taiwan; exit, welcome, hello…

El mundo desarrollado se establecía «categoría» y, en una carrera un tanto rastrera, donde los primeros que llegan hace acumulación «original» y compiten deslealmente con los que vienen detrás, mezclando «ayudas» al desarrollo con esquilmaciones y robo del usufructo de materias y recursos, la electrificación y las pantallas acontecen con una escena donde el capital financiero, a la postre, ahora vemos, los fondos de alto riesgo, sin otra materia que la especulación ni otra forma que la inversión, figuran nuevo hegemón sobre otros de menor enjundia como el antiguo parque de naciones, los carteles, y las mafias y las familias, los clanes y otros grupúsculos paramilitares, etc.

Expresión máxima del triunfo del capitalismo, el nuevo dueño del mundo es exactamente y sin impurezas «dinero»: una masa de capital flotando que entra y sale de los mercados contrayéndose o explotando como el Big Bang en chiribitas de dividendos que engrosan las cuentas de los propietarios. Competencia desleal e impostura económica que desregula y genera abducción y malformaciones de la lógica del mercado. Grandes masas monetarias que actúan caprichosas sobre la idiosincracia del ecosistema.

Entran en el trigo y en las medicinas; en los juguetes y en el trabajo; en las cocinas y en los teatros. En todas partes. El quinto poder, sobre el Cuarto y el Leviatán, como decía, un seis de octubre, equidistante de las tensiones en mi barrio, se materializaba bicéfalo.

Una cara era la expresión de la Opinión Pública que acude a comentar y a criticar a pie de página de sus programas televisión o radio. Un público que expresa su parecer en periódicos y hace sombra a los críticos especializados con mil y un «me gusta» o votando dedo abajo, negativo. Y que son el poder constituyente, centro de las democracias.

Si bien la Opinión Pública se ha creado mil y un avatares y perfiles en las redes sociales, aunque ha tenido su época en la que subiendo una foto y agregando una descripción o un par de etiquetas se vestía las ropas digitales para aparecer en línea, como ciudadano de la Aldea Global, recientemente ese tiempo se está clausurando y ya hay quien, incluso, habla del «final» de esa época con una internet «muerta» no en el sentido de más pequeña o con menos transmisiones de información o actividad en ella sino en el sentido de que no son humanos quienes están detrás de esos avatares o perfiles, sino que son máquinas más o menos smart las que con algoritmos generan todo ese tráfico.

Es curioso, lector, el lenguaje, como generador de realidad, por esta revolución de la información, se ha vuelto clave en nuestra comunicación con las máquinas. Parece que el lenguaje natural ha sido un río que ha traido a las naciones a la Aldea Global, cada cual su cauce, pero que la electricidad y lo digital han aparecido como el mar donde desembocan los mitos y las arcas que bajan de las cumbres de cada etnia. Quinto poder, decimos…

Publicado en IA.

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