Sin aportar muchos datos, este párrafo más que para el lector general es para unos pocos de mi círculo, se me perdone la falta de generalización: El cordobés, que, a pesar del gentilicio [reza el popular, supongo, sevillano: «cordobés y hombre de bien no puede ser»], doy la cara, es hombre de bien, ha hecho eso que yo, ahora, en el lance, por cuatro semanas ya, vengo tratando de evitar –a fuerza de una constancia paternal sobre mi propia persona (ahora que algunos que yo me sé, Gael ahí, son primerizos)–, a saber: una hemorroide mal curada que necesita cirugía; falta de cuidados anales y, por supuesto, alimenticios. Amén de los relacionados con la postura física y el retroceso desde el exceso; del cual es síntoma la almorranita.
A un lado lo personal, en lo profesional, me quedé, esta mañana, tras una demo de p.m.v. (un siete pasable), un rato, fuera de lo estático, a sujetarle al cordobés un plafón Dali de los dos que debían instalarse en sendos cuadros en el techo del taller en la oficina. Por cierto que estaba escuchando esa de Las águilas vuelan solas de Arch cuando, por suerte, pidió un voluntario de entre los que estábamos sumergidos en la cosa esta del teclado, la pantalla y el ratón. La misión era a desembalar, mover jumpers, conectar cables y ¡comisionar! los dos cuadros de leds. Tú sabes, si viniste leyéndome en el último trimestre del año pasado: conectar la electricidad para dar la vida a la cosa y luego conectarla al bus para darle la luz esa teológica que es capaz de gobernar a las cosas desde lo remoto, etimológicamente, etimologías: teológica y teleológica, gobernamos a las Things de la IoT desde un plano exterior a la red de redes, a la internet, desde nuestro planeta Gaia. Adoro disponer de estos encanterios que describen estas magias digitales tras una juventud leyendo lo que de Hermegisto emana.
En otro orden de cosas, las políticas, dejo constancia con tristeza que el amigo de mi no-maestro puede escupir mierda de sus enemigos que la ley, de su parte en esta última década, no le sancionará como, por ídem, a Hasel y Valtonyc sí castiga. En una de las últimas entregas de esta novelita de verano saqué de la caja de marionetas una de Musk y la puse a pavonear en el transcurso de mis letras. De modo que mi opinión así calzada no puede, ahora, a posteriori, al final de la secuencia, en nada reprochar que mi no-maestro trinque del baúl otra y, también, haga la opinión con el asunto del ventrílocuo. [Seis años más tarde, en 2025, lo de Trump ya mostrará, en todo su esplendor, su cola de mafia y «capitalismo de amiguetes»].
Esto de antes de que la ley no sea igual para todos sino un elemento más de biopoder al servicio del explotador es bien y, claro, natural. Y, si algo tiene de gracia la copia sobre el original es el debug y la posibilidad de pausar o poner breakpoints. No se imaginan ustedes cuántas veces, en una discusión sobre la gestión en la gestión (la metagestión) he deseado poder poner un punto de ruptura y congelar la situación para escudriñar de dónde viene el runtime exception que está petando en forma de gritos, malas formas y palabras que luego hacen arrepentimiento por «pueblos que olvidan su historia y, por ello, cometen los mismos errores, repitiéndola».
Por mor que la leyenda negra –Bartolomé en adelante– sea extensible a los pecados soberbios del propósito de una raza pura que «pudo ser» en lugar de acumulación de iguales en base a criterios de genética, en su lugar, fueran criterios de consciencia… así de simple el fastigio universalista del imperio hubiera aposentado un triunfo de siglos evolucionando en el kernel central del planeta en lugar de derivar en padre ausente de la II Guerra Mundial y el nacimiento de la criatura IA. Lo anterior es párrafo tipo tapa de callos: no por breve menos densa y sustanciosa. Pura casquería de vísceras y tripas (¡garganta que truene!). Como clave para descifrar mi intención al escribirlo, claro, úsese el tronco ario-indo-iraní.
Padre ausente, por querer en carne lo que podría haber obtenido de idea. Dejamos al lector, a la lectriz figurar esa madre, también ausente, que nos ha traído, a algunos, a nacer nativos digitales. Finalmente, el sueño de una raza única se acontece en la medida en que, virtualizándonos en la web 2.0, nos despojamos de ciertas condiciones ambientales de etnia y cultura. Terrenos de homo univesalis y siguientes. Como bien indica aquél que se tomó un receso y puede que, ahora mismo, loco, ande subido en una stultifera barca, como bien expresa el autor de encuentraalosotros.com, él asegura que la idea nacional socialista era buena salvo en el detalle de pretender una raza proto-indo-iraní que naciera del ansia de hacer prevail germano y culminando caucásicamente el imperio romano (con sus cabezas y lances); ese error de pretender una alianza de cuerpos en lugar de alojar en la civilización meramente la idea de cumbre de las civilizaciones.
En la antepenúltima de mi no maestro, que me la salté, encuentro mejor crítica que en esta última de arriba, con las marionetas, en la que por haber tirado yo también piedras, nada puedo agregar a la verdad sobre el presidente republicano (cuando en EEUU esto significa: industrialista y star-system) que encrispa a los demócratas hasta el punto de expulsarlos de la sala que simboliza al pueblo. Encuentro mejor crítica pero ya que tampoco entraré al trapo, como un toro que prefiere patalear y bufar antes que arrancar a correr, al menos sí que, ilustrativamente –literal–, apuntar con el dedo a Carki y sus diez minutos sobre la cuestión de género. Seguro que en el centro, una misma dirección, dos sentidos distintos, habrá un punto de neutralidad.
Y, total, el periodista, el rapero, el inventor, el presidente: paroles, paroles, paroles.
En verdad, lector, lectriz, a pocos días de la huelga del 8 de marzo de 2018, y, como aconsejaba el dictador militar, o en sus letras mi no-maestro, o el Facu y el Miguel: mejor no meterse en política. Vuelvo, zanjando la cuestión, a las cosas de ¡comisionar!, y te paso a contar unos costumbrismos de la vida computóloga en remedo de los dioses, del cuerpo y del entrelazamiento cuántico.
Entonces es que el cordobés saca de la caja el primer cuadro, de 50 centímetros de lado, inserta el par del bus y el par de corriente, miramos la tabla de potencia y ajustamos los pines según las instrucciones, llevamos el cuadro al techo, conectamos los cables en la presilla; sacamos un puente para el segundo cuadro y repetimos el proceso; así que nos plantamos con el portátil ante el cuadro de mandos. Vamos a comisionar.
Es decir, vamos a decirle a esa cosa que parpadea en el techo cuando el ETS le manda la señal al bus para que quien quiera se presente: ¡tú eres tú!
A parte de remitirle a la especificación original en lugar de a cualquier otra que pudiera apartarle de acrisolar el concepto de cadena de acontecimientos observable a través del tiempo poco más hice que empujar al nuevo (del día uno de esta novelita de verano) para que, como hicieron conmigo, advirtiera su presencia posando su atención sobre RxJs. Ya dije que hoy tuvimos demo y, quien lo probó lo sabe, programar obliga a escalar montañas y mantener la atención fija durante la travesía a pesar de la fortaleza que el desnivel ofrece en resistencia. Nunca, subir una cumbre, es un paseo. Siempre, ya lo sabe quien se aventura y más si conoce de antemano la altura del pico a que desafía, subir es una prueba de resistencia.
¿Qué consigue el escalador al coronar un tres mil –hablo en propia experiencia– y el punto tres de la visión-misión que mi jefe tiene en el corcho de la oficina son una misma línea –el punto manda al trabajador de esa empresa a trabajar para las personas, independientemente de las cosas y los cables–?
En este caso, probablemente, si este jefe hubiera puesto en ese punto la obligación de orientarse al beneficio tendría, en este punto, en lugar de a un cliente consciente de la dificultad de asomar su marca en lo alto de una montaña, unos créditos más en la caja de la empresa.
Otros, como el casero de la oficina, usureros hasta la hez, así actúan y prefieren un inquilino en la puta calle, y en ella sus proyectos y material para campamentos y escalada, antes que unos créditos menos en su cuenta. Así es el mercado.
Si tres mil viviendas en la urbe son propiedad de dos empresas, la oferta y la demanda, como sabemos, junto con la autorregulación del mercado es una quimera de adolescencia, si no de infancia, de un sistema de economía-mundo de tres siglos. [En 2025, la crisis de la vivienda es, de aquellos barros estos lodos, todavía más aguda].
Hoy día, sabemos, este sistema es mucho más maduro, sobre todo tras Nixon, Thatcher y Reagan, neoliberal, carente de estas quimeras y perfectamente instalado en el lugar donde antes las grandes religiones y formaciones políticas de masas lograban ubicarse: a los mandos del panel de control tanto de aquella moral como de la ética de las revoluciones liberales como de la estética de la sociedad del espectáculo; Internacional Situacionista y siguientes.
Bueno, pues así, por primera vez en mi vida, porque el cordobés me hacía de tutor, comisioné dos paneles de LEDs. Cosa te diré que horas antes había asistido, tutor mi Chief, a una meeting con escritorio compartido de un equipo frontend para desarrollar cosa cloud de una multinacional de automatización y PLCs. Éramos diez y algunos estaban en el hemisferio de abajo, otros en el ecuador y nosotros aquí en lo templado del norte.
Tras indicarle al nuevo lo de las luces reactivas de RxJs, evitándome perder un valioso tiempo tratando de enseñarle cuando basta, como dije, darle el cabo del hilo y dejarle que tire de google, github y stackflow —sorry, Stallman!– [en 2025 se tira de IA], empleé ese tiempo preparándonos para la reunión, mejor que en una magistral de reactividad, en dar buena cuenta del capítulo en curso de El vuelo del fénix (en Rn3) que, a su vez, da buena cuenta del cartel de un festival nacional.
Después, voy acabando mi píldora de costumbrismo (con el ánimo de dejar negro sobre blanco lo que pasa en mi contexto y especialización), porque había empollado las dos noches anteriores (en lugar de perder las veladas enajenado… Muere Forbes, retwitteo esta viñeta como esquela, a un grupo de música. Mientras el cuerpo aguante), para dar el espectáculo, asegurándome que el nuevo había acabado de iniciarse en Rx, instalé, primera vez en mi vida, la extensión devtools de redux en el chrome y, llamándole, mesa por mesa como estamos, abrí los tres paneles de visualización del estado de la aplicación a la que ya le hice la task1 (sprint 1, user story: kpi cards), y, juntos, vimos cómo los índices de rendimiento fluían desde la base de datos en la nube y rellenaban las tarjetas que representan el rendimiento de las «cosas» según ellas van enviando información; vimos los datos, vimos el gráfico, vimos la línea de tiempo. Hicimos pause y forward.
El árbol, que parte del nodo génesis llamado store, muestra, a través del tiempo, cómo las variables toman valor y mutan (puras, esto es, no «cambiando» y olvidando, sino secuenciando el cambio en el tiempo) en la pantalla. No me extiendo. El nuevo y yo hemos comisionado el «estado» del aplicativo y, desde ya, somos, potencialmente, capaces de inferir, como dioses, teológicamente, en él. ¡Qué maravilla de argot mágico! Quien pueda entender que entienda.
Arriba veíamos que conectar al bus en lo local supone, poco menos, Aldea Global, que conectar una red a un bróker mqtt: insuflar aliento al barro.
Bueno, ¡calla!, parece que oigo ruido en la escalera, el presidente, al que debo abonarle el trimestre de la comunidad, me han dicho, está por llegar. Un momento…
Sí, es él, voy a por los recibos. Al final no da tiempo, como anuncié al principio, a pasar a cosas menos técnicas. En la próxima. ¡Ah, por cierto, recuerda: si te molesta el volumen… [coletilla de El vuelo del Fénix]!