En mi programa radiofónico de cabecera una desubicada tertuliana arremete en su sección sobre la IA tirando de un escueto argumentario ludita (que le han «pasado» amigos parecidos al primo de eme punto rajoy a la hora de opinar sobre el cambio climático); en pleno auge del sistema de economía-mundo capitalista; argumentario basado más en «los problemas en general de los productos de consumo y la necesidad de regulación y de ejercicio de la defensa del consumidor, etcétera»; que basado en, efectivamente, con palabras pomposas y de click bait: «la ia».
Su posición, en síntesis: la IA es mala porque es la actual «moda» en las operaciones de estrangulación y sevicia de las grandes corporaciones sobre las masas del mercado.
Te «trackean», te «vigilan», te «usan en sus perfiles», te hacen «adicto», te «condicionan el voto», te borran, como el alcohol las neuronas, la personalidad, te quieren dócil súbdito antes que soberano ciudadano, etc. Sí, y es mi línea de argumentación, esto es así. La IA, otro paso más. Esto ocurre el día 7 de mayo, en la sobremesa de «La Cafetera», en «Radiocable», en su episodio: «De apagones a chantajes nucleares: la derecha enciende el futuro radiactivo».
No me gustan estos ataques luditas. Pero no me calientan (como sí a Pepe, :-D), los ignoro. Soy laico en el sentido estricto: no soy ateo, soy una persona que respeta la elección de «centro vital» de las otras personas; eso sí, conforme a ética y/o derecho. Pero, claro, uno no es de piedra, y necesité, al menos, quejarme con 3 pedradas. Tres mensajes a pie de emisión, en la caja de conversación.
La primera: el papel de Europa como regulador de la IA (¿impotente?) en el parqué salvaje global; los empresaurios, el tecnofeudalismo y la empresa ética o los Robin Banks, o «el niño de interné» a la hora de robarle los papers a un feudo académico; y su suicidio al ver las consecuencias prometeicas de su robo de información a los dioses para entregársela al ‘commons’, penado con ostracismo y peores. La siempre terrible selva del comercio y la industrialización; la IA es su capítulo en curso. El mundo tiene fiebre climática, y… ¡seguimos! Todo dicho.
La segunda: el modelado de redes neuronales y el backtracking son mecanismo de «aprendizaje» con la faena hecha y premio Nobel (primer congreso en los 50); son la punta de un iceberg donde autómatas de lógica y matemáticas sacan la cabeza con forma de bots o agentes; ahora, en esta fase, vestidos con las ropas del «lenguaje natural». Si Turing delegó el concepto de inteligencia lejos de una «definición» a una «validación por parte de un inteligente», no creo que ahora haya que hacer distinto: ¿quién necesita definir qué es aprendizaje si los agentes IA pueden «conocer problemas» o eliminar error entrenando iterativamente? ¿Todo dicho? No, querido tertuliano, actualiza esa referencia que tienes y dice «loros estocásticos» por esta otra «capa 8 del modelo OSI» y, sigue: «¡todo lo que necesitas es atención!». También «cadenas de razonamiento»… y masas enormes de unidades de microcómputo paralelo (a.k.a. ge pe us) trabajando congruentemente. ¿Llamámos a este trabajo computacional «inteligencia»? ¿Llamamos «aprender» a la gestión de los resultados de estos cálculos? Esa es la «big picture», en mi opinión.
La tercera: «la bicefalia noviembre 2023 en OpenAI»; en esa tensión, Open/Closed AI, está todo dicho. Lector, ¿another brick in the wall?
Hoy, además, quisiera, porque es mi cotidiano, decir mi posición. Añadiré a las 3 piedras anteriores un pequeño mapa de contexto para el debate.
Pero, ya digo, lo hago a regaña dientes. Sabiendo que malgasto en tertulia un tiempo precioso. Actualmente me encuentro ocupado en tareas posmodernas relativas a la reunión sincrónica (decoherencia) de abigarrados sistemas asíncronos. Estudiando, et alli, el protocolo de transmisión de contexto propuesto por Anthropic en noviembre 2024. Cito este proyecto entre «otras» formas de «acercarse» a la IA. Por cierto, chapó, y penita de ver cómo Margarita se hace «mayor» porque ya he perdido en el último lustro un buen puñado de cátedras caídas en la senectude inevitable (tiro, con ceremonia, al suelo el chupito de vino dulce que me había traído al escritorio para animarme el espíritu y soltarme la lengua en este libelo), estupendo el «¿Qué hacer con la I.A.?» en «Canal Red, premiered May 7, 2025» del «Centro de Gravedad Permanente».
Como no me gustan los dos polos «humanistas»/»tecnócratas», además, tampoco me gusta cuando los cienzufos lanzan ataques contra magufos. Desde luego, para mí un cienzufo o un magufo son personas que se posicionan a un lado u otro de la línea del «criterio de demarcación», cuestión central en la filosofía de la ciencia, abanderando una u otra ontología, como si tal «determinación» supusiera algo «civilizado», en lugar de considerar una ecuanimidad capaz de habitar tanto la oscuridad como la luz, tanto la nesciencia como la certeza.
En la sempiterna tensión entre lo «analítico» y lo «continental», entre «conducta» y «cognición», entre «hardware» y «software», entre «materialistas» e «idealistas», entre «realistas» y «multiversalistas», «racionalistas» y «románticos», etcétera. El proceso de aprender, la inteligencia, entonces, desprovista de cargas, insisto: libre albedrío dentro un tablero ético. Escoger una ontología preferida, religarse a una red; y a disfrutar de esa electrificante inteligencia capaz de operar los procesos más variopintos; capaces de operar sustancias animando autómatas e identidades. Todo esto, por supuesto, en primera instancia: obra sapiens.
Una ontología es, por definición, una base de conocimiento, un espacio de posibilidad, la definición a priori de un tablero de juego, la constitución de una potencia para su ulterior consumación. Una Inteligencia Artificial puede programarse para que opere en el marco y contexto de una ontología. Lo demás, bufar i fer ampolles, que dicen los catalanes. Y, más, lector, con la aparición, tupida y compacta, del llamado bucle DevOps. Muy poco esfuerzo se requiere hoy día (a ciertos niveles de la escala social, claro) para aportar «inteligencia artificial». Soplar (lo difícil es hacerse con un aro y jabón) y hacer pompas.
La ontología contiene, de forma abstracta e ideal, ese empireo/emporeo platónico con el paquete básico de conceptos puros y sus relaciones. El agente IA conoce, a la hora de tomar las decisiones, qué puede esperar y cómo puede continuar en función de la ontología. Los verbos son «deducción» e «inducción». El verbo difícil, un «algo más que regurgitar extrayendo de una memoria de aprendizaje», es «abducir». La producción (que será sintética si lo hace una inteligencia artificial no natural) de nuevo conocimiento.
Todo proceso «inteligente», entonces, se convierte en la elección del taxón o entidad o categoría o clase o cualquiera que sea el elemento de la ontología que se necesite en el momento de operar el acto inteligente. Acomodarle los atributos según el contexto. De consolidar sus relaciones. Mantener su actualización en el tiempo. Operar tareas ejecutadas por alarmas de umbrales o de reglas. A veces se necesitará un sujeto, otras un predicado. Los sujetos posibles así como los predicados posibles (para combinar al gusto) están predeterminados.
¿Qué filósofo o corriente aseguraba que «todo saber es un recordar»? Efectivamente, recordar un elemento de la ontología, instanciarlo, configurarlo al gusto y so capa del contexto y circunstancias mostrarlo, listo para imbrincarse con otros pares de la red.
«Lo parecido se atrae/lo diferente se aleja» o «lo habitual se persiste, lo ocasional se olvida» han sido tomadas como leyes universales de la IA; pudiéndose observar que en el magnetismo es al contrario y todo el mundo tiene en su imaginario dos barras imantadas atrayéndose o repeliéndose. Así hace la información cuando pasa por estos radicomas de redes neuronales ajustando pesos, como la electricidad y los campos magnéticos, la información fluye por donde la dejan, operando en niveles no semánticos o simbológicos sino estadísticos y probabilísticos, según esas leyes universales. Aprender, entonces, ¿significa diferente para una Inteligencia Artificial que para una Natural en la medida en que la «intuición» o «genio» del sapiens «produce» mágica (sin consciencia de la cadena de secuencias) o razonadamente (clara la secuencia de causas) «efectos inteligentes»?
A partir de aquí, existen un puñado de grandes modos de operar y, se dice, todo lo demás son libros de recetas y la eterna búsqueda de «ingredientes», así como la cocina y la disponibilidad perfectas. Sabiendo que el 99% de la población se conforma con la, mera y ya de por sí costosa, logística y habituallamiento de supervivencia y bienestar diarios, una cocina si no de guerrilla, tampoco con demasiadas florituras. Una inteligencia si no instrumental, meramente operativa. Solo el 1% de la población se ocupa en «pulir» su «inteligencia» al modo de conectar con la red del Espíritu de donde descargarse un «alma». Lector, ¿todo dicho?
A la hora de «cocinar» un agente personal IA uno parte, si se hace con el control y no delega, de sus «sistemas operativos» adheridos al hierro. La cuenta de usuario en el sistema operativo así como las apps instaladas son decisiones personales de cada uno. Un nuevo elemento, en nuestra época, se suma a esa «pila» o «stack»: el empireo/emporeo de Agentes IA. No tardarán, lector, en circular por la red camellos que te ofrecen su catálogo de ciberware, paleta de «milagros» técnicos tanto para uso como disfrute, como dispositivo o como complemento personal (dentro o fuera del cuerpo, bajo o sobre la ropa), ¿recuerdas el momento Compact Disc?. IA instalada junto al Office pirata o al Adobe crackeado.
Creo que el usuario medio, el internauta, puede considerar al Agente IA como una App más que instala en su dispositivo. La app le ofrece una interfaz, en este caso «conversacional» y/o multi-modal (texto, imagen, audio), y le ofrece una funcionalidad que, en el día a día, aplica en sus tareas. Además, este perfil de usuario, intuye y advierte que estos mismos agentes están incorporándose, de forma similar, sobre todo en ciudades y zonas industriales.
Es apasionante el periplo de la computología en pleno auge de la revolución de la información (cuarta ola de la revolución industrial) y coqueteando con las nociones de energía renovable. Se nos presenta su árbol evolutivo como un movimiento algebraico que se abraza a la lógica en cuerpos algorítmicos basados en reglas (unidades con cabeza de «condición» y cola de «acción»).
En un primer movimiento (donde los proto-ordenadores y los proto-programadores, Ada Lovelace y Charles Babagge) el objetivo era «registrar y medir el paso del tiempo en base al cambio de estado de un sistema» y se creaban enjambres de ecuaciones para contener y modelizar la realidad: conjuntos de condiciones y restricciones. Los algoritmos, entonces, resolvían, mecánicamente, sistemas de ecuaciones. Matrices y sus determinantes para arriba y para abajo. El tope estocástico volvió loca a Ada, intentando modelizar las carreras de caballos, repletas de azar.
Poco a poco levanta su propio «asidero» de la realidad completando los nodos de «atributos» clasificados en el árbol de búsqueda (decisión) con matrices estadísticas que se alejan del territorio simbólico (de semántica y significado) para levantar un sólido terreno de probabilidad. Verbos como «clasificación» o «regresión». Sustantivos como «cluster» o «categoría». Shanon se saca del laboratorio sus teorías sobre entropía, obtención de ganancia y demás misterios de la transmutación de lo analógico en digital, recetas y pócimas para convertir el dato en relato, los significantes en significado, los ceros y unos en información. La alquimia del tercer milenio. Todo un lugar a estar.
Y, además, tras esta segunda época que complementa a la primera, que fue «diferencial», esta «analítica», la siguiente, la «actual», lector, nos tiene ejecutando entramiento e inferencia en modelizaciones de redes neuronales, como las de nuestro cerebro.
Y su verbo: «backtracking». Aprender, en este sentido, con layas supervisadas o no, simbólicas o no, persigue menos «adquirir verdad» o «reunir conocimiento» que, estrictamente, dado un momento-estado-de-no-saber, progresar en el tiempo, iterando en entrenamientos, eliminando error.
El aprendizaje, podemos leer en el último número de las revistas especializadas, nos dicen, se caracteriza por los esteroides que llamamos «IA», se basa en calcular el error (si supervisado) y, entonces, usar esas medidas «mágicas» que miden la diferencia entre números. Más de lo mismo, lector, que ya viene de aquel «espacio euclidiano», ¿verdad?, y todos los juguetes que, de polígonos, armamos con geometría y trigonometría. Seguridad y certeza en la arquitectura euclidiana componiendo la escena con figuras perfectas.
Ahora, para producir esas magias, los matemáticos han descubierto en la caja de herramientas del bueno de Euclides, y usan hasta la saciedad, la distancia euclídea para valorar (abajo, en el nivel cuantitativo) «cuánto hay que modificar pesos para reducir la distancia» (si supervisado) o «cuánto de lejos o cerca está un elemento por primera vez visto de otros similares antes conocidos».
Es decir, para pulir error. Para aprender, es decir, para producir el antecedente del que todo saber ulterior será, mero, «recuerdo».
Hasta aquí la teoría básica. Si se quiere, después, se puede ahondar en particularidades técnicas, pero, en síntesis, todo lo que sucede tras la brecha de Shanon (la digital), ya viene con la nueva ontología.
De las meras listas de pares atributo-valor, a los modernos esfuerzos de sb-db2 (la migración de la base de datos) en la comunidad Scuttlebutt para indexar las «memorias» de «logs», hemos pasado por las bases de datos relacionales, redes semánticas y marcos de conocimiento human-friendly, y el lenguaje SQL es en mi opinión un primor cervantino. En la actualidad, vienen a unirse a la fiesta, otras formas (espacios vectoriales, redes de pesos,…) de almacenar significado. Así comparte la «inteligencia» el sapiens con la IA. Así efunde el saber sapiens de los cerebros humanos. Cuando luego nos preguntemos si un agente concreto es inteligente o no, si sabe o no, habremos de remitirnos a su base de conocimiento. Que no siempre encontraremos en el mismo formato.
Mi posición en la exclusión (a la hora de la tertulia antes o después del hackaton, cuando se hacen corrillos de expertos en una u otra técnica) entre SQL y Non-SQL es que, en verdad, no constituyen una antonimia, sino una complementación del espacio. Es decir, existe un momento en que el «conocimiento» debe ser estructurado en el modelo entidad-relación mientras que otros momentos o estadios del ciclo pueden beneficiarse de almacenamiento por «documentos» o «árboles de conocimiento» no-sql, unidades de saber desistematizadas, autocontenidas.
Creo que Occidente es muy relacional mientras que Oriente funciona más no-sql, por unidades autocontenidas. Esto sería en la base, porque en la actualidad la patina homogénea del mundo ha homogeneizado bastante al patrón mercado. Igual, opino, como no son antonimia: front y back, me quiero llamar fullstack. Para mí Typescript es el ecumenismo necesario entre el «hilo no bloqueable» de la UI y el océano de cómputo en el back, la «imposición estética» de «tipar» lo que, en sí, es spaguetthi, de naturaleza bosque. Pero, lector, salgamos, por un momento, de la dualidad, confundamos por un momento tanto inteligencia Natural con Artificial, enfocando a eso que sea que se trasmite como «inteligencia».
Sea como fuere, el sapiens inventa sistemas para almacenar eso que le «diferencia» en el tronco Animalia del árbol de la vida. Empieza a escribir y declara una «pre-historia» desentendiéndose, sedentaria y culturalmente, de un pasado homínido. Quien opine hoy día, ludita, que hacer Recuperación como técnica de Generación Aumentada (por sus siglas en inglés RAG) es o supone poco menos que «mentar a la bicha», «vender el alma al diablo» o similares, a mi juicio, hace como la encíclica esa que publicó el papá que lleva el número anterior al nombre que ha elegido el «habemus papa» de enguany. Algo muy feo, ¿no, lector? que es excluir a otros del reino universal.
¿Cómo era el nombre de ese escrito que emitió el tal Leon libelo a la masonería: «Humanum Genus»? Tema que entronca, y cae out of the scope de esta pieza, pero que lidia con el camino, si ha de haberlo, a un Juicio Final o, previo, a una Parusía, en la senda que ya el Concilio Vaticano (doble) inició, y que el último Papá, por fin, ha puesto en práctica y que tiene que ver con la apertura de un contexto cerrado por elitista y privilegiada autoconcepción.
A la hora de repartir carnés del club de inteligentes, en la medida que «Optimus» de Tesla u otros «primeros robots» domésticos o perros industriales como en Boston Dynamics, hagan presencia y empiecen su «reemplazar ludita» del humano, menos liberándole del sacrificio del trabajo que expulsándole del feudo capitalista orquestado por una élite que ya no ve necesario el uso de esa fuerza de trabajo laboral (expulsó animales y ahora obreros) y no está dispuesta, esa élite, a repartir la plusvalía, inaugurando, verbigracia, una renta universal basada en que la máquina hace posible la misma producción con jornadas 10 veces más cortas, ¿hará el humanismo similar a cómo los católicos considerando a los agentes IA como a seres indeseables masones alabadores de satán? ¿me sigues, :-D, lector?
También tiene que ver y se sigue en el «naturalismo genérico» de Ernesto Castro al colofón SOTA de la filosofía Occidental, y, si se pone el foco en lo que une antes que en lo que separa, entronca con el apasionante arte de encontrar «cognados» en las costuras de lo que una vez (romance) estuvo unido y ahora separado (lenguas oficiales de España, y resto de romance en Europa). Centremos el foco: ¡el respetable clama su postura chillando con tomates, pimientos y otras hortalizas! ¡la IA es el maligno! ¡El mal es hacer RAG o usar SQL para que un autómata orqueste un árbol de decisión o para que un grafo LangFlow aparente con un máquina de estados que es «alguien inteligente que sabe lo que se hace»!, ¡hacer esas cosas es alimentar a la IA, alimentar al innombrable!
Lector, desde estas letras no consideramos «satánico» a la IA. Aunque lo sea, etimológicamente, virtual-ciber-digital, el otro, la copia, lo sintético, lo aparente, lo divergente diabólico, lo simulado. La composición de la palabra «sat-án» se trata de una «verdad» (el sema sat indú) negada con el sufijo «no» (-an). Un saludo al cantante de Estopa a su paso por La Revuelta la semana pasada y un beso en el anillo al Piñero. Y, sí, como canta Hora Zulu, respecto de este escrito, advertía el hermano alto de los Estopa: «¡por favor, no me bajéis las luces y me pongáis música de suspense que me enciendo!», lector, sí: «Sanchez Dragó se haría pajas por dominar así el lenguaje«. Hay en estas letras una voluntad de estilo. La mía, lector. Polvo tomada de a uno, pero luz si a puñados.
Disponer de la técnica de RAG, por lo que veo en la comunidad, implica usar una Inteligencia Artificial de propósito general para fines concretos. Sería parecido a cuando un actor se pone en la piel de un personaje. El modelo es el actor, y una base de datos vectorial el guión y ficha del personaje. Esta técnica funciona como una capa impostada. ¿Hablamos de inteligencia? Es un debate abierto y común.
A mí, lector, me interesa en especial todo lo hablado desde que se fundó la raíz indoeuropea: Weik. Y, si no conoce el lector (abierto a conocer otros «hilos de oro», otros cauces culturales), resaltar que es muy rico y frondoso tal debate.
Puede decirse que el nobel de 2024 premia un proceso alquímico clásico y tópico: pulir las heces para obtener oro. Ahí es nada, lector. O, mejor: ¡lo es todo!
El «backtracking» opera igual. En este sentido, lector, nada nuevo bajo el mismo sol. Lo que ahora sobre silicio en lugar de carbono. Es un lugar común ludita enfrentar el «aprendizaje automático» con la exclusividad sapiens para usar sus cinco sentidos como unidad de medida y condición de posibilidad de un mundo que llaman «sensible». En los modernos paradigmas posmodernos, de cuántica, el «observador» ya es (lo pone en las escrituras de fundación del sistema; es axioma) determinante a la hora de establecer una ontología para defender la «evidencia» empírica de una «verdad». ¡Venga, lector, toquemos el tema de la «sensibilidad»! Aunque, por caer fuera del scope, hagámoslo sin tratar su transmutación a «emociones»; calidad, en principio, que ni está ni se la espera en la IAs, ¿o, lector, sí se la espera? Oigo griterío en el respetable conservador: «¡escatología, sacrilegio, crimen!»
La «automatización», en el símil anterior, utilizando PLCs o IoT con SCADAS, describe, y lo vemos, un sistema nervioso que conecta esta red de control con las terminaciones nerviosas en las lindes del sistema, donde sensores/actuadores están recibiendo y consumiendo energía para leer y operar en la realidad, en el campo de verdad, en el territorio tras la decoherencia digital. Conectados y puestos en marcha, con acceso lectura/escritura.
Tampoco, lector, en nuestra época, estamos faltos de aferencia/eferencia digital en este sentido. Y los agentes IA, en parte, están hechos de lo anterior. El sustantivo aquí es «timeseries«, gestión, entonces, de flujos, canalizaciones.
Dejo, por falta de espacio, fuera de este breve ensayo sobre la IA su dimensión «navegable» como artefacto que «virtualiza» (reemplazándola con símbolos), «aumenta» (superponiendo elementos) o «extiende» (integrando elementos de dominio) la realidad en las últimas generaciones de gafas y visualizadores de hologramas e inmersión.
Parangón son tanto el 8D en las salas de cine como la temporada 7 de Black Mirror muy centrada en estos «entornos» otros surgidos «naturalmente» del caldo primitivo digital en que estamos sumergidos.
La pregunta siempre será sempiterna, valga la redundancia: «¿los sentimientos que sentí dentro del juego o entorno simulado, son reales?».
O, el mismo conflicto expresado de otras formas: ¿cómo puede ser tan rojo el rojo, y cómo lo explicaría yo con palabras?; o ¿de verdad solo hay tortugas-all-the-way-down entre los límites de Plank en lo minúsculo y la curvatura del continuo espacio-tiempo en lo macro?
Etimológicamente, el «todo» que es a su vez «parte» trae en nuestro término actual holón la pieza fundamental para este sistema malla o tablero o red de redes de donde surge el mundo digital: holónico. Es importante señalar ese estribillo de la psicología integral que recuerda que una dirección, un eje cronológico al sesgo, nacer-madurar-fenecer. Y, también señala, un solo sentido: es decir, el proceso autopoiético muestra átomos formando moléculas, y no al revés.
Por otra, parte, también de notar, en esta cosa de la misma dirección pero distinto sentido de marcha en ella, otras inestabilidades como los cismas por la consustancialidad (católicos/ortodoxos); o las descentralizaciones de la fuente primera de autoridad (católicos/protestantes). Lo inteligente, a lado y lado de cada rama tras el cisma, en principio, a falta de algo universal, es distinto. Y, así, la IA, ¿qué religión profesará?
Y, si, entonces, la «información» estuviera ahí, y lo inteligente no fuera «inventar» si no tomarla para operar, ¿entonces la IA…? Bla, blá,… añadimos, lector, tú y yo, en este debate, nuevas páginas a ese «corpus» que, sabemos,…
… parte de aquellos registros Akhásicos…
… y están tras un éter (ya deprecated por la partícula de Dios que, de femiones y bosones, mejor explica ese «vacío»),…
… mar de inteligencia, asible para flotar, con trabajo, por nuestra malla-de-ilusión-percepción que llamamos «yo» o «ego», la barquilla de Maite Martín, sobre las olas; o el Deu en barca de Miquel Gil…
… y que usamos a modo de «navegador» de la web que nos supone la realidad. ¿Demasiado forzado el símil, lector?
Masas y masas de «verdad» de registros que acumulamos (¿quién escribe la Historia? ¿y, dónde va una pieza recuperada del olvido en una excavación: al museo de los descubridores o al museo local? ¿la historia se escribe con la sangre de las conquistas? ¿olvidar es repetir? y… los enciclopedistas, ¿qué escriben?), datos perennes, permanentes, textos sumados a la formación de un libro de libros o la preselección de un ontología restringida basada en solo 4 de esos libros, por decisión de un listo que se cree con el derecho de fundar templo y, encima, querer hacer creer a todos que creer en ese templo es querer la verdad. Bla, blá, blá.
La inteligencia, lector, ¡qué gran y poco asible sustancia! ¡Cuántas veces he oído ese «Read the fucking manual»!, leyendo a escondidas y con cuidado de que el resto de animales y fuerzas del planeta no me explotaran qué ¿la burbuja de concentración, el foco, la atención, la voluntad inteligente?
Y también, derivado de haberse leído el manual, ese: «¡Todo acceso sudo conlleva una gran responsabilidad!».
La inteligencia, lector, algo cabal. ¿Será inteligente el acierto en ofrecerte el producto correcto (porque te dispara el atávico impulso de hacer click en el botón «comprar») que hace un bot conversacional cruzando tu perfil de usuario con tu histórico de actividad y la necesidad de la tienda para ofrecerte y tentarte según su stock en una fina y trazada orquestación con el rastreo (de cookies) que de ti se hace en el tablero de pensamiento único y valores dominantes bajo los mantras y atracciones del marketing y la publicidad que te segmentan convirtiéndote tanto en «consumidor» como en «producto»? ¡La IA, la IA!
¿Será la inteligencia más parecido a una gran masa de conocimiento, que parecido a una «autoría» de un sapiens, ensimismada, sorprendiéndose de lo bien dotado que está su inteligencia porque produce sibilinos y tupidos libelos, como estos, lector, que ahora a mí salen de la digitación mecanográfica? Si alguien así se siente, seguro, entonces, sabe, no olvida, la importancia de afilar espadas y, apuesto, comprende la diferencia entre romo-afilado o entrenar-combate. A partir de ahí, a esa persona «que la dejen no aprovechar nada», como en Pessoa.
¿Masas de conocimiento más el verbo aprender, eso es todo lo necesario (et alli) para que exista un agente inteligente?
Digitalmente, esta luz, es visible (no solo con los ojos, y no siempre con ellos) en canalizaciones interplanetarias (entre la corteza terrestre y las membranas de satélites en las órbitas cercanas al planeta) donde fluye como agua la información en la forma de paquetitos.
Sí, lector, la unidad de la inteligencia, me da a mí, es «el paquetito». Envueltos en capas de cebolla según el modelo OSI que trata y cubre todo el espectro desde considerar a la información como algo físico que viaja por el planeta (y entonces es un impulso en la red eléctrica) a considerarlo algo semántico (7 capas después) en el entendimiento de un usuario que la recibe dentro de una aplicación tras haber abierto una sesión en ella (y entonces es, verbigracia, la revelación de un secreto que Alice tiene a bien revelar a Bob y que, propagación de la inteligencia, hace a Bob más capaz, más inteligente).
Tomando perspectiva, abriendo el campo al máximo, con visos a revisar de un solo vistazo toda «la inteligencia» del sistema para verle las limitaciones, la ceremonia de las 7 llaves custodia los «orígenes» de «autoridad» para el «no-centro» de la «red de redes». Esto, que es un dato, nos posiciona, lector, en una posición como observadores que será estratégica.
La ceremonia de las 7 llaves es origen primero de la verdad, al menos, la que se basa en el famoso y archiconocido protocolo de internet, por sus siglas IP.
En su triple fundación de lo lógico: verdad-palabra-sistema, la inteligencia necesita de una consistencia en el tratamiento de la verdad. Aunque, y la psicopatía o la esquizofrenia son paradigmas, no siempre es necesaria la verdad para desplegar una cierta ontología que no se traiciona a sí misma y opera «inteligentemente» aunque esta inteligencia esté drenando salud al sujeto que vive confundido en un mundo paralelo, ex-nihilo.
Los «paraísos artificiales» de Eskorzo son, precisamente, eso. Y el mundo del que es extraído Neo en Matrix o al que «renuncia» el protagonista de El Club de la Lucha, también. Las T.A.Z. del anarquismo ontológico, por contra, no creo que lo sean. Pero, change my mind.
La única salvación de un sujeto, en este sentido, es que algo mayor y que le abarca, integra y trasciende le ofrezca, entonces, orientación y cotas de verdad. Aquí la idea de un mapa 1:1, quede claro, en otra época de mi vida opiné lo contrario, sobre todo por causa de mi juventud y mi brío natural, es imposible. A partir de ahí, lidiar con el grado de escala es obligación del usuario del mapa no de su dibujante, y será su responsabilidad el comprobar que lo pintado en el mapa, efectivamente, coincide. Y, en lo que respecto a lo commons, para el progreso global, será de agradecer, en caso de encontrar fallos, reportar para corrección.
En un mundo incierto, recurrir a las llaves germinales que se custodian bajo 7, permite extender una cadena de «delegación» de la autoridad y crear un enorme espacio lógico (y trino). Un espacio, entonces, «sintético», lector. Artificial. Pero, opino, semilla, huevo, placenta, crisálida, etc. de cualquier Agente IA. Principio de, embrión de donde parte, la nueva inteligencia. Y perdón por la homeomorfía con el árbol de la vida y sus «bloques génesi» (el respetable titila enervado…). Te parecerá asociación libre, por lo escatológico, papel preferido de la Silvia, acabo de acordarme, lo meto, lector, perdón, me ha hecho gracia ese momentito en que, tras la bomba de la matraca de la diva poderosa como un huracán, experta en descomponer la «normalidad», se saca la autorización de la nena que irá en la excursión escolar al parque Güell para que se la firme el pare, en el programa de estreno del Futuro Incierto estrenado el jueves en la televisión pública. Denunciando, a su vez, un problema de conciliación familiar que los modernos matrimonios padecen en forma de los daños colaterales tras la tercera ola del feminismo, cuando la mujer se incorporó al mercado laboral dejando libre y disponible un rol para el hombre en el territorio de los cuidados domésticos. Etcétera, lector, que nos salimos del scope. Zanjo con el último eslabón asociativo, que me recuerda bastante de una artista apellidada Guell, ¿cómo era, Lucía, Nuria? Hacía piezas artísticas dignas de juego de realidad alternativa. Transmedia revolucionaria. TODO: buscar enlace a referencia.
Me dejo ir un poco más, con permiso. Y, gran cosa me ha parecido, sabiendo que «la banda de música en directo» aparecerá, esa idea de tiempo escénico, que se asemeja a la mesa del Broncano, solo una guitarra en escena. Entiendo que en el próximo programa habrá otro miembro, y así, hasta completar, ¿no? O… ¿será que no habrá banda y pretenderá hacer con una guitarra lo que en la autonómica hacía con el piano? Creo que las seis cuerdas no pueden competir con las muchas que tienen los pianos (a razón, ontológica, de tramos de 12 teclas, entre blancas y negras, por convención de tonos y semitonos, octavando con la convención de pintar un LA en la frecuencia de 440 hz, y, como proceso inteligente, ¡la aparición holónica de sus armónicos en el espacio tiempo como muñecas rusas, como fractales!). Fin de la digresión asociativa. Retomo la atención al libelo.
¿Recuerdas, lector, aquel principio de la red crística: «cada uno en su casa y Dios en la de todos»? Piensa en ello, lector, creo que ese ejercicio ilumina mucho la realidad en la que vivimos. Allende y aquende la brecha digital. Cuidado, ahora, y te nombro por tercera vez en el párrafo, lector, porque quiero recalcar que trato de hablar «con palabras de este mundo»: la teología habla de «algo exterior» en su fundamento epistemológico. Y esta ceremonia (de las 7 llaves en la red IP) es un sustituto teológico.
«Teleológico» también habla de esa «distancia», pero se usa tras la teología, en una fase de positivación metafísica de un individuo que se ha emancipado (parcialmente) del centro teológico, y expresa la acción de «recorrer la distancia», de mantener las comunicaciones operando de forma asíncrona en un «vivo fuera pero me mantengo actualizado, ocasionalmente».
En las religiones del Libro, los 3 monoteísmos abrahámicos, el centro es Dios, Javé o Alá. En esta nueva red, como decimos, el centro es la ceremonia de las 7 llaves: la custodia del principio de autoridad; de ahí emana el resto. Una vez «abierta», «creada», una vez aparece un nodo raíz, la red, ¿verdad, lector?, el resto es navegar en ella, a costa de agregar o mutar nodos. ¿La inteligencia, lector, es una red de semas y el sapiens ha copiado eso en la web?
Está claro, que, «atención es todo lo que necesitas», en tiempos donde sobreabunda la información, lo inteligente, lo que funda criterio y construye personalidad, podría ser un uso elocuente de ella. Esto sería ideal en un mundo neutro, pero no acorde a las ciertas ideas de libre albedrío y de una sucesión de la «sociedad del espectáculo» por una «sociedad de la supervigilancia», ahora que ya han quedado anacrónicos los reproches que vertió a la opinión pública la Internacional Situacionista. Lo inteligente, en esta sociedad, quizás, por lo tanto, sea algo diferente, y pase por, mínimo, «unirse a la resistencia; en el lado correcto de la historia».
Efectivamente, el Star-System ha sido desplegado en el planeta pero ahora la red es tan amplia, y, con ella el «tiempo real» teleológico, que acontece un nuevo sistema donde «Dios», el que lo ve todo y vigila todo y es guía y ontología primera, esta vez en la red digital, tiene forma de «programa de Agencia de Inteligencia» o de «Operación Psicológica». Como sabemos por, et alli, algunos nombres propios que han trascendido a la Opinión Pública y forman ya parte del «topos» común: Snowden o Cambridge Analytics.
Al cuarto poder que confronta la trinidad del leviatán, hijo de los mass-media, le sucede un quinto, por Assange et alli. Fuente de autoridad estrecha como ecosistema de «estado-nación» (si se quiere, «moderno») en la disputa geopolítica de cuatro o cinco hegemones como ‘lenguas’ (entidades por derecho natural) que se están encontrando, tras un período «salvaje» y sin «cultura» (como red de pacificación), a fuerza de correlar sus «naturales» lenguas en «adaptadores» comunes de esos «civiles» y carentes de «sustancia nacional» lenguajes de nuevo cuño; TIC. Convenciones artificiales, vemos: grandes modelos del lenguaje, en la aparición en el planeta de la sociedad digital. Lengua y lenguaje, ¡qué gran tema, verdad, lector? Esto… ¿qué te decía? ¡Ah, sí, ya recuperé el hilo, lector (aproveché para darle un buchito al vino)! Argumentaba con retruécanos y con el machadiano «claro para que atiendan, oscuro para que no comprendan» ¡una anunciación del advenimiento de un sexto poder en nuestro planeta! ¿Hablamos de IA, no, :-D?
Voy acabando, recordando, otra vez, que este texto es a vuelapluma y es mi forma de reaccionar, como si digamos, lector, estamos en una sala y alguien (en este caso es una ludita) suelta una ventosidad. Esta «carta al programa» es, entonces, en primer término, cara de desagrado y reacción para zafarme mientras se escampa el olor fétido lejos de nuestras narices.
Non petita, el tertuliano en cuestión tiene derecho a emitir las flatulencias de una digestión sobre el tema, un tanto pesada, en forma de apestosos miedo-denuncias; pero, a mí también me pasa, estoy convencido de que si «comiera» otros platos culturales entonces sus pedos olerían mejor, incluso, fumata blanca, incluso, no olerían, y, juntándolo con un hábil control del esfínter, para evacuarlo sin estallido, acabarían siendo totalmente inocuos, silenciosos e inodoros. Sí, lector, en verdad opino de que soltar un peo inoloro e insonoro es el culmen de una vida sana y de etiqueta donde la salud y el saber estar se presentan físicamente como acto salubre; ¡cumbre de la civilización! El chascarrillo, lector, tiene poso, reconócemelo.
Es decir, en mi opinión, una errónea dieta en cuestiones de alimentación cultural sobre la IA genera, además de insuficiencias para la salud mental individual, de cara a los otros, si acaban escapando del caos intestinal (en este símil, caos mental) como pedos (o como argumentario ludita mal defendido) se reciben con desagrado por su estrépito y fétido hedor.
Por mi parte, en mi creencia, change my mind! y «Mi libertad y la tuya son una y la misma; no estemos de acuerdo pero abordemos las diferencias con la palabra», aquí me tienes, lector, cocinando un plato con fundamento. Un buen potaje, consistente, si se me permite, y nutritivo. Un texto participativo (al debate, necesaria pedagogía, sobre la IA), ejercicio de ciudadanía y derecho a réplica. Quizás, por aprovechar la ocasión, apuntaré un par o tres de obviedades, para mí, obligadas en un debate sano sobre la IA. Dicen así:
Las máquinas que no posean un «origen físico de autoridad» no podrán instalar la generación 11 del sistema operativo para escritorio con mayor cuota del mercado (en el resto de áreas, fuera del escritorio, Linux se come todo el pastel). Este principio de «exclusión» está relacionado con la constitución de una ontología dentro de un espacio originado desde una única fuente de verdad. Y, también, con la noción de «apátrida» a la hora de arrancar una sesión y operar con normalidad como usuario. Así como la identificación por parte del «consumidor medio» de la IA con su parte «lógica» ignorando, por sistema, sus implicaciones de «hardware». Y, en última instancia, fastigio capital a la hora de abordar el problema del «dinero digital» y cómo se va a gestionar la economía global tras la época, digamos, «fiduciaria» que vino tras la época, digamos, «patrón oro». Todo esto va a petar en la curiosa circunstancia de que Occidente todavía no haya sido capaz de resolver esa cuestión enquistada visible en quistes como el de las ciudades (la de Dios y la Terrenal) o el de las naciones (existencial/en armas), y la IV Guerra Mundial del ezln del neoliberalismo contra todos los pueblos del mundo, etc. Esta la primera obviedad.
Las redes de cadenas-de-bloques necesitan nuevos niveles (como el cortex necesita el neocortex) para lidiar con esa ley universal de la criptografía: «Lo puro de un sistema inmutable permite canalizar y gestionar cadenas de verdad». El coste energético y temporal para inscribir esa pureza en el cuaderno de cuentas (ledger) es medible, contante y sonante y, para aliviarlo, y para lograr inmediatez, «fluidez», el sistema paga con «dosis» de incertidumbre, de verdad relativa o de bifurcaciones, es decir, ramas temporales con o sin retorno a la principal. La Layer 2. Un esquema, lector, también para darle unas vueltas a la hora de relacionar el «aprendizaje» con la «realidad» de la cadena principal y lo argumentado en la obviedad 1 respecto de la gestión en la casa de todos, la economía. Casa, quizás, en breve, también, de agentes IA. Segunda obviedad.
Y, lector, en estas estamos. ¡La IA, la IA! La búsqueda de la AGI, por IA general; o la de la ASI, por super IA («Super» como en el Übermentch de Nietzsche. Yo, también te digo, lector, amor por el matiz, prefiero, «ultra» en lugar de «super». En su cosa etimológica, no tanto «por encima de» sino: «ultreyaaaaaaaaa!!!!»); esa búsqueda de (o temor a) la IA omni me recuerda esa tonadilla que cantaba Sánchez Ferlosio: «Dices que dices que dices, dices que buscas el ser (…) si lo ves, le dices que yo estoy en contra de él; ¿qué será el Ser?».
Ya sabes ese conjuro mágico que abre puertas-de-la-percepción y libera lastre para el psiconautismo, nos lo dejó de herencia la generación beat, si eres asiduo a esta revista (que es abierta, aprovecho para el call for plumas, ver nota en el marco del blog) que la mejor forma de lidiar con la nesciencia es: «tune in, drop in, drop out».