[Este poema se enviará al Festival de primavera para su panel ‘las editoriales desaparecidas’. Se titula: «Poema digital y cyperFunk y es una obra compuesta de 5 instantáneas de 5 Estados del Arte de la lituratura-edición en nuestra época, intercaladas con 3 párrafos (más una postilla); que, al final de cada uno, hieren« ]

Cuando escucho los corrillos, tertulias, congresos y hackatones buscando ver a qué «resuena» o qué «evoca» el sentir popular respecto del tema de la Inteligencia Artificial me parece percibir, a ver qué opinas lector, una suerte de contexto similar al período aquél en los albores helénicos cuando aparecían los primeros «autores» y comenzaban a «tomar registro» de La Historia en «Ledgers» y otros incunables. Me parece la escena rezuma una suerte de transición entre bloques sapiens, entre formas de operar lo «sapiens». A mí me atañe de forma particular, por el motivo de haberme orientado profesionalmente hacia ese sector. Para mí, la imagen que cabecea este primer párrafo, que hiere al final de su verso, resume perfectamente el momento que vivimos. Se muestra la potencia (lo que puede dar de sí) el State Of the Art, SOTA, en la cuestión. Una simple frase: «¿Qué es el ‘Ledger’ en blockchain?» se convierte en ónfalo, en aleph, en escotilla borgiana bajo la escalera. ¿Acaso, lector, no da este tema de «El Ledger» para transmutar aquella «La Biblia» y clamar una «parusía» ahora de luz digital tecnológica, fundante con tintes no solo «autómata» y «algorítmico» sino también, así es este advenido mundo de las «generativas multimodales», además: «reflexivos» y, si no totalmente indeterministas al menos sí «quasi» indeterministas. Algo menos deterministas que esa «pseudo» random-aleatoriedad de la computación convencional basada en cálculo de operaciones con punto flotante? Lector, estamos en una fase de transición, eso está claro. Y, ¿hiere?

Uno de mis jefes, en la semana 13-14 del año 25, un miércoles a las doce del mediodía, previo a un copioso catering, tuvo el encargo de ocupar el micrófono unos 9 minutos para el exordio al ágape que debía girar entorno al centro de interés: «La IA; y cómo mitigar su llegada». Media centena de interpelados por esta Inteligencia Artificial había sido allí congregada para identificar y debatir los puntos cruciales que el nuevo paradigma requiere se analice y ponga especial cuidado en tratarlos. Mi jefe, para la ocasión, mete la mano en el coleto de los mitos fundacionales helenos (transición del Mitos al Logos con tintes bastante similares a los que observamos en el presente «digital»), identifica 7 ejes a mitigar (un minuto por cabeza, con un par de minutos de introducción y cierre: los 9 minutos), busca en la Cosmogonía mítica allí donde hay remedo, asociación o mero «sabor» que «recuerda», para montar el guión de su discurso. Yo, lector, ahora, aquí, quedo convencido de lo «crucial» de tratar estos temas en estos momentos y de lo «vital» que es hacerlo de forma humana y útil. Apunto esta reseña mientras archivo el correo electrónico en el que mi chief envía su «powerpoint» al equipo para «feedback», adjuntándole un escueto: «+1». Y, sí, lector, la IA está aquí: al final del verso, nos hiere.

Recibo en el Telegram el enlace a una noticia publicada en uno de los foros solares más grandes que se mantienen candentes en el Ruedo Ibérico. Un foro nativo digital al más puro estilo feudo monolito (Php/mysql) de la arquitectura LAMP. La noticia en sí es puramente «crucial» y «útil» sin embargo en el contexto que atañe, mi canal de Telegram, tal enlace es un «libelo» en las ganas de poner la zancadilla (cordial y honesta) del mesías recordándole a sus ovejas que se anden con las barbas en remojo que empieza algo parecido a como sucedió con la «deslocalización» de la industrial a finales del milenio pasado y la descomposición del tejido industrial que con tanto énfasis se había inflado en los años de «establishment/bienestar». Ahora, el turno de la «deslocalización», le toca a los ingenieros. La sempiterna pugna «ludita» que viene pareja desde el primer tornillo, la primera tuerca y su «la» primera «revolución» que alguno de los primeros motores de la Revolución Industrial tuvo en su interior. A muy pocas revoluciones por minuto, torpemente, aquél primer «motor» que dio la primera iteración. Al final del trecho, ¿dónde iremos los ingenieros de software cuando nos reemplacen?, heridos.

Luego, lector, completo el verso anterior: adjunto lo que me encontré esta mañana al abrir mi editor de cabecera que uso transversalmente en todos los dominios de mi actividad y vida, tanto ocio como negocio, tanto por simple como por complejo, tanta para divertirme como para producir valor, tanto para especular como para aplicar a transformar una parcela de la realidad concreta. Y, ¿verdad, lector?, sí: la máquina es la que programará. Ahora bien, reflexionemos, ¡échale genio, lector! ¡responde con duende! ¿qué pasaría si, hic et nunc, aquí y ahora, insertáramos un dios para que obrara y tomara poder en el momento? ¡Ese punto de vista es muy parecido al no-lugar del silencio que ocurre cuando prestamos atención a nuestra respiración y nos hayamos a nosotros mismos al principio (que es final) de uno de los compases de nuestro ciclo inspira-expira… una mirada omnimoda, ubicua, que ni va ni viene, y no deja de estar en tránsito. Vaya, al final de este verso, que es golpe y hiere, y manchada de Celaya, un besito a la doña de La Razón Poética: aurora! ¿Deus ex machina? No sé a ti, lector, pero a mí esta cuestión ya no me parece novela o ciencia ficción (ora distópica; ora utópica; ora templadita por las veredas comunes). Al final, me hiere su rabiosa actualidad.
