[Abstract a una crónica de la Web 3.0, o de «la que podría ser la última de las notas a pie de página del ‘autor-logos’ que emancipó (filósofo rey creador de realidades) Platón.»
La textura de este artículo es la de las líneas de un poema, hormigas caminando sobre cal.
La textura de una flor roja, porque es rosa (roses are red), entre violetas azules… La textura de este artículo es la de un reguero de flores amarillas, fibras de hilo de oro.
El bono de este articulo es una moneda con dos caras: a lado y lado, un rostro con pasamontañas (la moneda está abajo, en el texto).
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[Disclaimer:
El texto de abajo es una transcripción automática generada por una IA con la capacidad y el entendimiento de un adolescente de 13 años (que odia la ortografía y nada sabe de sintaxis o semántica).
El texto se ha grabado fuera de tiempo y no hay recursos para componerlo. Se añade, en sucio, al número tres de esta revista. Le quedan seis días a marzo del 2025, a fecha de este escrito, y, en ese espacio de tiempo, la editorial no tiene margen ni fuerza laboral para dedicarse a la corrección más maquetación del texto. Ya que todo el personal está preparando el festival de primavera, ¡dentro de nada ya!; y todo el mundo está pendiente de las obras y festejos y ceremonias que habrán de ocurrir.
En todo caso, se copia aquí abajo el texto, a pesar, y como intento de que se «sepa», de que se «recuerde», entre un pacifismo naife de cachorrillo inocente aún (sin mácula) y las más claras, veladas intenciones de cualquiera de los conquistadores con nombre y renombre a lo largo y ancho del planeta y de las historias.
En todo caso, si alguien quiere hacer algo con el texto, aquí queda con izquierdos-de-autor con licencia GNU (esa recursiva negación genesiática, creadora por oposición: «is not unix»), pieza, tras este disclaimer, avisada de que es boceto sin avanzar, en inglés, «draft»; y, se querrá, antes de acabar el año, volver a ver si alguien comentó algo y se acabará si se estima oportuno. Lo más lógico o predecible será que se traiga algún «selfie» del festival y se adjunte alguna «review».
En un texto dirigido a la esfera iberófona, meter anglicismos, querido «reader», deberá entenderse, o, al menos, esa es la intención, como irónicas notas de humor.
¡Saludos, lector!
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Nota de la persona que ha dictado el texto y que de momento admite que se llama Aleph pero no quiere proveer de autoría más allá de una cierta panecastia de quien no esconde la mano tras haber tirado la piedra para romper la secuencia de causalidad y aparentar alguna magia rara (ni montar un crypto-culto o un comando paramilitar) sino que esconde la mano porque si la deja quien tiene delante o le mete esposas o machetazo en las muñecas: «Lector, una cosa, antes de que leas. Yo, a Cherán, no voy; al menos en el corto plazo. Pero a Marinaleda suelo darle una vuelta cada poco… ¡ojo! no voy buscando algo o por algo, sino como quien va a Ítaca, tú me entenderás, por ir.»
Uno nunca sabe hasta que recuerda. Así, al menos, lo estipuló uno de los primeros pensadores de occidente; un tal Platón; no recuerdo en qué fragmento de su obra escrita lo expresó. Pero estoy casi seguro, lo hizo. Él fue uno de los primeros en sistematizar su método, aún y, todavía, un proto-sistematizar, casi (bueno, sin el casi) entre la poesía y el cuento; un sistematizar, el de Platón, sin nada de ensayo, periodismo ni mucho menos: paper, informe de replicabilidad y validación entre pares. El sistematizar de su método, carecía de ellos, más que nada, porque esos géneros de literatura todavía no se habían ideado.
Él vivía en un momento de ideación del «autor»; el tronco indo-europeo se alimentaba, nutría y vivía de las rentas de la savia mesopotámica, et alli. Un río de tradición, un hilo de oro rezumaba desde el Nilo y el Tigris y Éufrates, arriba por las estepas caucásicas y el oeste atlántico. Un hilo de sabiduría que Platón recibió en su época y con la que «amasó» una figura de barro a la que insufló un aire de literatura para crear la figura del «autor».
El legado que Platón recibe, recordamos, lector, sabemos, proviene serpiente avanzando al sesgo de La Historia. Es el viaje de nuestra Mitochondrial Eve y nuestros Y-chromosomal Adams desde la Etiopía en el centro de la Pacha Mamá.
Mil nombres tiene la Tierra, tantos como los tiene el «tal» (luego abajo se abunda sobre «el tal»). Es el viaje, decimos, desde esa cuna que a lado y lado del gran accidente del Riff, empieza a emanar en el mundo. A un lado, la verde-frondosa-húmeda selva, y al otro, la árida-angosta-seca sabana. Emana como los ríos de la vida, por ejemplo, el Nilo. Hacia el norte, escapando por el medio-oriente, a la Mesopotamia.
En el caso que nos atañe, desde el punto de vista occidente, expandiéndose hacia el oeste una vez alcanzado el contiente euro-asiático, ese agua sapiens (generaciones relevándose pasándose la misma sangre a nuevos cuerpos), se aposentará y tendrá solidez para forjar método en lo que recordamos como Los Pueblos del Mar. En uno de esos Pueblos, lector, aguarda Platón al quite para recoger ese hilo de tradición, esas flores amarillas doradas, y forjar, con él, una figura de barro envuelta, albedo, en «autoría», en «genio», «en identidad», etcétera.
Lo que a Platón le llega votando de la tradición indo-europea y nada más tiene que rematar a «Logos», es una razón lógica, es decir, formada de palabras, atenida a la verdad y sistematizada por oposición. Ojo, lector, por recursiva «oposición», «is not unix» (abajo se abunda sobre esto de las licencias GNU y cómo se pueden licenciar textos (o códigos) con este principio de autoría-replicación).
La red marítima en el «Mar Nuestro» a modo de Internet aglutinadora, recordamos, a toro pasado, sabemos, fue un período de la Historia local, de la biografía de Occidente entre el reto de culturas y etnicas, fue una membrana de puertos para la comunicación por donde, entre dialectos y hermanas, discurría la savia indo-europea. La condición de «weik» como raíz para una «autoría» resultante en la tribu ya que, por aquella época, al principio de este tronco lingüistico, los modelos del lenguaje no podía sino sostenerse entre muchos.
No existía, por así decirlo, todavía, un Platón que afirmara la existencia de un «autor». Un autor que pudiera llamarse a sí mismo «individuo» y, a la postre, que pudiera ser sujeto de una carta de los derechos fundamentales emitida tras la época de la colonización y aprendida la lección, el propósito de enmienda y la proclamación del perdón (¡nos vamo a Croatán!) que menos una palabra o una demanda es un acto en sí: «Descolonizar».
En el momento fundacional de nuestras lenguas, entre las que se incluyen las romances, ventilador de flores e hilos dorados desde la península ibérica, un caso particular, lector, que a mí me atañe, no existía todavía esa idea para demandar la «libertad individual». Ni la idea de un «autor» que, luego, a toro pasado, Platón chutará a Logos, «un autor» que podría, caso de salir de una cierta oscuridad, de una cierta caverna, salirse al Sol, y, con la luz del entendimiento, armar un Modelo del Lenguaje.
De Logos, un «autor» es un modelo del lenguaje, andante y cantante, que portándolo un miembro del weik, siendo su máximo responsable, se emancipa y se estable nodo entre iguales en una red de comunicaciones. Tanto con el común del weik como con otros potenciales «autores». Esto, lector, desde luego, nos sitúa en un momento de nuestra historia en la que un mundo muere, el nómada, y otro nace, el sedentario.
Addenda al párrafo anterior que es posicionamiento en el «rearme» forzado que nuestro presidente llama «capacitación tecnológica» o algo así: «¡campamentos!». Huelga aclarar que esta revista se posiciona con este direte: la condición de nómada cuando el sedentario coloniza todo el Planeta es, por supuesto, una quimera o un «ir de campamentos».
Pero, lector, así posicionados, cuando en nuestro modelo del lenguaje se incluyó el término «weik» para referise a «nuestra tribu» el mundo todavía era un lugar propiedad de los animales y del resto de seres vivos del Reino de la Vida. E, incluso, más allá de las playas del nuestro mar, allende el atlántico, lo ignoto nos impedía recordar algo nunca visto, no podía saberlo. Otros hermanos y hermanas sapiens hacían y vivían lo mismo. ¿Podría existir o llegar o suceder un momento en la historia en que ningún sapiens pudiera afirma de otra región del planeta: «Finisterre» o «Nuevo Mundo» o «una de las 13 colonias» o «una de las 12 tribus», et alli?
No estamos seguros, lector, ¿verdad?, por Gaza me refiero, si afirmar «Tierras Prometidas» o, como hace el actual presidente del Hegemón norte-americano, afirmar «Resort» corresponde a una voluntad de poder desmesurada o a un abuso del Logos a la hora de emanciparse o querer individuarse dentro del «weik»; lo que sí sabemos, por claro, es que no se obedece esta sed de sangre humana, ya, a toro pasado, no obedece, en época de Internet (como red de comunicaciones global), a un desconocimiento y por ello miedo o curiosidad de «Dr. Livingstone (I Presume)» que, si vuelta manía compulsiva puede acabar con una apropiación obsesiva de oro y de vienes arqueológicos como la del museo británico.
Quizás, tras el Brexit que rompió en la última hornada de esa herida que el mar causa entre las islas y el continente, ¡¡nos vamos a Croatán!!, a toro pasado, consumado el Brexit (ora por causa del Cambridge Analytics o Bots Rusos; ora por sentimiento weik del reino unido; ora porque el rico más rico del planeta se compre la red de comunicaciones más importante del momento y la use para modelar segmentos de «autores» para Pensamiento Único y Valores Dominantes; etcétera), consumado el Brexit, no cabe tildar de maligno al colonizador que se vicia atesorando la historia del planeta en sus museos. Si nos atenemos a los hechos, se trata (en general, la pax-romana sobre guerra-americana) de una apropiación con «sistema», eso sí, y, por ello, atenidos a la verdad, conservando las piezas categorizas con escrupulosa especulación de lo que han sido los «weiks» a lo largo de los milenios donde el hilo de oro y la tradición de flores amarillas brotó en los sapiens.
A la revista, y yo como vocero de ella, no se le caen los anillos chillando a la audiencia, tirando una moneda en cuyas dos caras figura un «autor» con pasamontañas (abajo se describe esta moneda), describo nuestra posición:
Esta «enfermedad» que lleva al Reino Unido a concentrar un pecado original o una acumulación original sistematizada (capitalismo) con ahínco como solo los sapiens saben ahincar palabra en cadenas de reglas, formando redes de justicia, derecho y legislación comercial, quizás, no deba simbolizar al capitalista como un señor gris que siempre fuma flores del tiempo ante las inocentes miradas (los ojos, lector, sus ojos) tanto de Modo como de El Principito. La acaparación en el museo británico no nos parece, entonces, lector, algo malvado y portador de la oscuridad, mas que, lector, opinamos, una expresión egocéntrica del solipsismo humano; muy propio del pensamiento de tipo «analítico» a dos milenios y medio después de Platón, y otro par de milenios después de Ur, y milenios sobre la Eva y los Adanes.
Cuando la savia dorada indo-europea llamaba weik a lo que «llamaba weik» (nótese, el recursivo positivo, «la tribu es la tribu») aún no existía, por decir, un «logos» que echarse a la «cara». Las máscaras que nos poníamos en los weiks cuando danzábamos alrededor del fuego no eran sistemas trinos de palabra-verdad-razón (como lo fueron en tiempos de Platón las máscaras/personalidades/personas/personajes).
Visualizamos, igual como en otros casos, la forja replicada de la ciudad-estado hierática en Ur, esparramada en un ramal hacia el oeste, recubriendo todo el borde del Mar Mediterráneo. Puertos en todo el círculo del mar, menos, obvio, en el estrecho de Gibraltar, que está abierto. En aquél momento proto-civilizatorio, sabemos, recordamos, existían varios Finisterre: finales de la Tierra. Sucedía en la corteza terrestre lo mismo que también y todavía nos sucede con los confines del Sistema Solar o la Vía Láctea.
Nuestra no sapiencia, nuestro no poder saber qué había más allá de los océanos, la frontera Atlante. Nuestro no poder recordar por nunca antes haber visto, nos impide otra cosa que plantar allí las puertas de Hércules y simbolizar con eso que «non plus ultra». ¿
¿No es evidente que aparezca, por oposición, por energía contraria, un anhelo, una voluntad ya por siempre forjada de «plus ultra»? Damos fe y evidencia, a toro pasado, que esa voluntad «plus ultra» ha existido en el planeta. Una voluntad de saber, una voluntad de más allá. Un Übermensch (abajo se cita a Zaratustra y el loco que baja de una colina, gritando su mensaje, abandonando arriba a sus animales de poder, tras largas estaciones en el ostracismo).
Un «plus ultra» que, en la Tierra, podemos diagnósticar a toro pasado, sucede que le da por viciarse en «conquista» o aparentar virtud como «colonización» y, si patológica, incluso voluntad de extraer y drenar los territorios «conocidos». Drenar su obras y llevarlas a un gran museo de Historia.
Otro ejemplo más rudo: drenar sus «materias raras» que es lo mismo que decir, «materias sujetas a un sistema que tenga por objeto sistematizar la extracción y reparto de ‘lo escaso’; materias para las que no puede, éticamente, aplicar el principio de que el primero que llega pincha bandera o el más fuerte o con mayor ejército se lo queda».
Si para mover el hardware, a mediados del siglo pasado, tras la II Guerra Mundial, punto de ignición de «todas» las tecnologías industriales exteniendo el tsunami de la electrónica en el tsunami de lo digital, si se necesitaron mover petrodólares en tiempos de Arpanet y de «fundación del Acero y el Carbón» en Europa»; entonces, para poder navegar en el Internet del «stream» de tiempo real, hace falta (et alli) sintetizar estas «materias raras».
En rigor, lector, si queremos ser ecuánimes, parece adecuada la necesidad de «materias raras» para crear estos artefactos artificiales que hemos incorporado a nuestro vestuario, automatismos como la hebilla de un cinturón o una cremallera, los móviles ocupan alguno de nuestros bolsillos, a diario, o de nuestro equipaje de mano.
Dispositivos «raros», capaces de tratar la luz, el sonido y demás físicas que cualquier «smartphone» de gama baja con Android sabe tratar. En el momento presente, a dos milenios y medio de «los pueblos del mar», un «móvil» es una máscara. Los avatares digitales pululan frenéticos en la red naútica del ciberespacio, algo parecido a como, hace un par de milenios y medio, sucedía en el «Mar Nuestro», cuando todavía nadie había inventado la «concepción» de «autor» y Platón tomó el hilo de oro de la tradición indo-europea para inventarla como modelo del lenguaje.
El Mar Mediterráneo fue una Internet donde circularon «proto-autores» con distintas variaciones del mismo lenguaje. Del mismo Modelo del lenguaje. Hilos de generaciones desde Etiopía hasta el Medio Oriente, hablándose la tradición oral, flores de oro que pasan de boca a oreja. Y, decimos, llegan a la Grecia de Platón. A medio milenio de la era cristiana, o un milenio tras la apertura abrahámica, o, si se quiere, a un milenio del Islam, ¿qué hizo o qué inventó con todo ese oro sapiens, el tal Platón?
Lo que drena como agua dorada de sabiduría en la Grecia de Platón es de una solvencia tal que Platón se siente impelido a declarar un sistema trino de palabra, verdad y sistema (el sistema es «la razón»).
Al que, por llamar, llamó: «Logos».
Un Logos es un «autor» independiente pero indisociable de la persona. Capaz de generar personajes. Cara hay una, máscaras innumerables.
Un Logos es un autómata psicológico capaz de ejecutarse en las personas sapiens y desplegar, con los milenios, una figura que luego podrá firmar de forma más o menos aséptica o comprometida estos otros textos de novela, ensayo, artículo, crónica, abstract de avance en el SOTA, etcétera, donde las palabras y personajes se ocupan menos de la biografía personal del «autor» que del mundo y su contexto. A tal punto, a toro pasado, vemos, se ha endurecido ese tal y trino logos.
Es decir, lector, enredando todavía más mi palabra, Platón, en efecto, inventa una red de logos donde puedan circular autores. Y, por eso, es un lugar común de occidente, vicio chouvinista, que por inventar al «autor», todo lo que viene desde entonces han sido notas a pie de su página. Aclarando el lugar común: autores informando de que están escribiendo o expresando algo que asumirán (o no, de esto se habla luego; y de las muñecas) en su autoría.
Con la inteligencia artificial, sobre el modelo OSI, ha florecido en el planeta, desbordando todas las ramas del lenguaje (y no solo la indoeuropea) una nueva forma de concebir el Modelo del Lenguaje así como de agentizarlo en unidades de IA que, por tanto, y, hasta aquí esas las notas a pie de página, algo nuevo (no por ello «real», sino, literlamente, «virtual») bajo el sol.
Tras escribir estas letras, lector, bajo corriendo no ya al mercado, como aquél loco, chillando que Él había muerto, en referencia al Zaratustra, sino, corriendo a Internet, a pregonar ahí la mala nueva.
Un inciso, lector, me gustan tan poco los ataques ad hominem como el uso que se hace del «terraplanismo» o de la «parapsicología» para establecer el criterio de demarcación en filosofía de la ciencia. A tres cuartos de siglo de Jung y los pinitos de la psicología por entrar en los territorios sistematizados de la Academia y la Clínica, ahora que ya la dejan jugar en las grandes ligas de las Ciencias Puras, y Duras, y Aplicadas, en aquella tensión tan bien explicada por Ernesto Castro (referenciado en la parte primera de esta columna), ¿verdad, lector?, le toca el turno a la informática.
¿Qué da de sí el héroe de mil caras, el proyecto sapiens que pasa por diferenciarse de sí mismo mediante un «autor» trino de palabra-verdad-sistema, cara para máscaras?
¿Y no representa ese «lugar común» del héroe con mil caras a La Cara, a la «persona», más allá de cualquier rama o tronco del árbol de las lenguas, más allá de mil y un «personajes lingüísticos» de ese gran Aleph de lenguajes y «autores» hablando con ellos las más variadas «creaciones»?
Por aterrizar, lector, esta parafernalia ontológica que necesité expresar, déjame zanjarlo, o, mejor, pasarlo en el discurso al siguiente capítulo, con una pequeña reinvindicación, entre lo ético y lo patético. Ocurrió esta mañana, en mi programa radiofónico de información y tertulia matutino, el Berlín y el Pepe (que venía caliente), tomando café, hacían, para delirio del respetable, su esgrima dialéctica, y la Pilar de juez anotando touchés, a cuenta del «belicismo» imperante en nuestros mass-medias a partir de que se haya ordenado desde los mandos de control del establishment instalar el «mod» de armarse.
Tras este «pistoletazo» de salida, cualquier pacifista que no apoye la compra de material para la guerra se convierte en un traidor a la patria; en este caso la patria es Europa. Así estuvieron un rato, aquí el tema del «ad hominem», en una de estas pasaron a las razones éticas u mercantiles en la voluntad de EEUU sobre las «materias raras» de Ucrania en relación a negociar la paz o estallar la III Guerra Mundial (que sería, se vio en la primera parte, la V).
Berlín, el presentador, se zafó del empujón de ostracismo que le había expulsado de la conversación, propinado por el científico billgateano, Pepe, desde su sólida posición de «incluido». Le había reprochado ocuparse de temas meramente «continentales» en la apreciación de las personas en lugar de fijar el foco en las cuestions tácticas de la ejecución de la guerra, como, en el paradigma de Pepe, acostumbrados nos tiene Microsoft, a toro pasado, monopolio que engulle, digiere e integra y trasciende cualquier intento de subvertirle.
Pues bien, vaya, Berlín, desde aquí, mi reinvidicación: ni ad hominems para invalidar discursos completos con una ripia frase acusatoria, ni odio, entonces, tampoco, al loco que corre con la «mala» nueva. Ni se le tilde de agorero del apocalipis, ni se le niegue el argumento por completo dándole un empujón desde el suelo sólido de «la actualidad» y el status quo. Símil, «eppur si muove», en el moderno e ilustrado que rebate a los privilegiados del Antiguo Régimen cualquier relato teocéntrico inventado, haciéndolo con palabras a las que una autoridad mayor, sin razón, por la fuerza del Leviatán, mero, niega; autoridad en la que no hay que gastar balas más que, con metafísica, trascender hacia terrenos estables epistemológicos de ciencia capaz de forjar esa «nous» de suprema «autoría» solvente en la forma de un sistema que ofrece suelo firmo para el relevo de hegemón.
Así, Berlín, me permito, desde esta honesta peana literaria, chillar una vez: «ha muerto, ha muerto». Y, no por ello, me considero ni terraplanista ni agorero del apocalipsis. ¿Qué «Él» ha muerto por el advenimiento de la revolución de la información y la depredación monopolista del Big Data en la forma de modelos del lenguaje? ¿Cuál reino nuevo trae la inteligencia artificial? Este tema, lector, viene dando en tres temporada y dará para los próximos meses de revista donde, por espíritu de supervivencia, con un libro de Thoreau en la mesita, avanzaremos pegados al SOTA.
Un estado del arte que avanza vertiginoso; y en el que, por casta y compromiso con la literatura, no puedo menos que esbozar con un o dos trazos. Armar la caricatura que, por mi orteguiana especialización, obtengo en mi panorámica. Es la mía una más que habrá de sumarse a la tuya y la del resto del weik de Aldea Global en nuestra época. Un trazo cómico en «ClosedAI» (era antes OpenAI) cuando anuncia que «depreca» las completions/assistants y anuncia el nuevo paradigma «responses» donde los modelos «reasoners» hacen «CoT», cadenas de pensamientos, y pueden usar herramientas, bibliotecas de vectores codificando enormes cantidades de palabras, o erigirse repartidores-balanceadores o jueces y calificadores sobre las «actuaciones» de otros modelos, etcétera.
En un bucle de generación donde la pantalla y el usuario comienzan a quedarse a un lado en la medida que estos asistentes efunden y desbordan hacia máquinas virtuales o sandboxs que simulan la realidad de Internet a la que, previsiblemente, pronto saltarán.
Si la Web 1.0 era orientada a documentos y todo giraba en poder leerlos y escribirlos.
Y si la Web 2.0 fue orientada a las personas/personajes y tenía por objeto embarcar a los usuarios.
La Web 3.0 ha tenido distintos aspirantes que se han ido sumando:
a) una capa semántica, mediante ontologías y esquemas como propiedades meta a modo de «sombra» de lo que vemos en la red, oculta y discreta bajo la interfaz de usuario.
b) una textura de in/out orientada a eventos, de IoT, donde se llama «cosa» a los sensores/actuadores digitales a pie de realidad, en el «campo de verdad»; y a las cosas, luego, se las llama bot. Y, más reciente, en la actualidad: se las llama asistentes.
c) la web 3.0 también es disputada por una solidificación criptográfica, mediante libros de cuentas y entidades legitimadoras basadas en distintas pruebas de autoridad para forjar cadenas de bloques históricos donde la verdad es inmutable o, al menos, según qué métodos de fabricación del consenso, la verdad es un 51% de control sobre los nodos de la red y, por deducción, la verdad en un caso general es una esfera con dos hemisferios en la que uno de ellos tiene al menos una unidad más de poder. Un gramo cúbico es suficiente (con permiso de las armas y las líneas de batalla) para establecer un consenso mayoritario acorde con una cadena de bloques, «main».
«But», lector, zampándose el Internet desde un poder «hardware» descomunal, granjas y granjas de motores informáticos, consumiendo electricidad como si no hubiera un límite, bebiendo agua como una loca, una nueva forma de «autoría», vemos ahora a toro pasado, toneladas y toneladas de Big Data, la IA quiere ser el «objetivo» de la Web 3.0 y sumarse a las otras dos. Resumen, por acabar el baño de realidad. En el principio fue la palabra. Después fuimos nosotros, la verdad. Ahora, agentic web 3.0, viene la internet del sistema.
Triste batalla tenemos por delante, lector, a 31 años de uno de esos otros calendarios, de esos otros relojes que cuentan otros tiempos (abajo pego un extracto de una convocatoria a un festival), ¡pero, a pesar: no olvidemos de celebrar! ¡y celebremos, porque podemos ser nosotros mismos, a los desaparecidos! La guerra en la red ocurre de forma encarnizada entre el público general, mediante la última tranformación capitalista, en esta suerte de «vigilancia» y «rastreo» total. Y también en las entrañas de la máquina. Déjame, lector, que intente encandilarte no con tecnicismos sino con una historieta sobre los técnicos sapiens (y, en general, a cualquier «autor» que resista «persona» aportando contenido tras la Web 2.0).
Fíjate: ¿conoces el fichero Robots.txt y por qué se coloca en el frontal de un nodo de la red para informar a los rastreadores qué partes pueden «zamparse» y cuáles no?
Si el dueño de un nodo de la red usa un cortafuegos como IpTables (abajo detallo esto) puede decidir qué se ve y por quién. Sin embargo, y aquí la imposibilidad de la valla en el campo, si quiere abrirlo al público de la Web 2.0 (a las personas) pero no a la 3.0 (a las máquinas) entonces, asumiendo que detrás de cada máquina hay un experto desarrollador de sistemas, robots.txt es un fichero que todas las arañas debe leer antes de empezar a zamparse el sitio.
Hacer esto, que el creador de una araña de scrapping respete el robots.txt es tanto como vestir etiqueta, ser educado y respetar modales: una decisión. Uno de los pactos entre caballeros, uno de los imperativos categóricos ético-morales a la hora de las comunicaciones en la red y la relación de debe hacerse del contenido visible y no protegido. Consenso en el que un «autor» aunque «puede» hacerlo renuncia voluntariamente a hacerlo. Para el argot de canteros y arquitectos del sistema de Internet, los ficheros Robots.txt son una especie de antropológica redacción de Ginebra sobre los prisioneros de guerra o esa Carta de los Derechos de los humanos (y, en general, de todo ser que tenga «conciencia»).
En esta voracidad que tienen ciertas arañas que, incluso, se saltan los ficheros robots.txt, igual como se saltan derechos de autor zampándose obra multimedia aunque esté firmada y registrada con ese propósito final del «plus ultra» cuyo único fin solo puede ser «seguir zampádose Internet» tras haberse zampado la Internet que había. En esta voracidad, es muy triste cuando ClosedAI hace la guerra política por medio de la comercial denunciando a DeepSeek que, ya dijimos en esta columna, tiene 100 años de perdón por robar a un ladrón.
La guerra en las grandes esferas que ataca, a la postre, a pie de calle para artesanos, autónomos y liberales que deberán sindicarse y a resistir como bloque si quieren presentar oposición.
Me parece importante, se lo comenté esta mañana a Berlín, Pilar y Pepe, no aplicar trazo grueso y distinguir en la lucha «ludita» sobre si las máquinas han venido a liberarnos de los trabajos penosos o si son los medios de producción la principal sujeción para la explotación del hombre por el hombre y el sistema de control digital lo ha puesto mucho más fácil al calor del toro pasado de los primeros almacenes Amazon sin humanos por medio o las fábricas chinas a oscuras y 24/7 porque no hay plantilla que funcione a turnos de 8-horas-trabajo-8-horas-vida-8-horas-dormir. Si la tecnología es mala (abajo explico el ejemplo del «stream»; el hecho de enviar «las canciones» en lugar de reproducirlas desde fuentes perennes de almacenamiento local, generando un tráfico (huella energética en la crisis climática) innecesario que solo se explica (abajo hablo de Spotify como ejemplo paradigmático de esta contradicción) por anteponer intereses del capital sobre los ético. Otra cosa (abajo lo amplío también) es el «stream» en vivo donde se produce una suerte de magia en la interconexión planetaria a través de la red.
Habrá que diferenciar entre si el «stream» es de un archivo como en el «precedente» de «Metallica vs Napster» y entonces supone un atentado cochino contra el ecosistema; o si «el stream» proyecta en el presente, en el filo del directo, o, «re-runs», en el filo del diferido» los versos de una poetisa que difunde poemas en su voz, con sus pulmones, su cadencia, sus aires en las cuerdas vocales, y sus manos untándose vaselina en los labios o su lengua exprimiéndole el suquillo a un caramelo de esos Hall de los que aprovecha el envoltorio para marcar páginas de libros.
Es clamor en la esfera DevOps denunciar cómo las bot-nets de arañas scrapeadoras no respetan, clamor de «autores» identificando en las generaciones de la IA trozos de su propia obra «zampada» a pesar de la reclamación de autoría. Así, mal que nos pese (y no es cantar al apocalipsis sino invitar y azuzar a la batalla tecnológica, junto con al cultural), le toca a los weiks cuyos Robots.txt no están siendo respetados por voraces «scrapper» arácnidos, en la esfera tecnológica, lector, organizarse en la defensa de sus contenidos. La paradoja, a la hora de prohibir la lectura de ellos, es volverse un nodo hermético que no se comunica ni emite información en la red (abajo se habla más de «derechos/izquierdos» de autor).
Otro canto, creo, no les queda, a estos «admins» que tienen «hosts» donde entran las arañas, que cantar por el gallo rojo de Ferlosio o por la partisana: «Una Mañana, me he despertado, y he descubierto al invasor. ¡Oh! Partisano, me voy contigo, O bella adiós, bella adiós, bella adiós, adiós,…»; y ponerse en pie a exigir derechos tecnológicos.
La linde que demarca, vimos, es cuestión de 51% de control de los nodos de la red para imponer una verdad sustentada en el consenso (no en derecho de sangre, conquista o colonización; un consenso de mediados del siglo pasado), ahora disputada por los derechos digitales (entre ellos, el derecho al olvido; las cookies; etcétera).
Esa misma línea se ha ido corriendo, primero entre el derecho divino y el derecho natural y, después, entre este y el derecho civil. Dejando a un lado el «modelo» de los reyes, con su peculiar modo piramidal de irradiar la soberanía, y su propiedad para forjar la realidad en base a calidades de realeza simbolizadas en Coronas que se las ponen los hombres o, si no se las ponen por correr la linde hacia lo divino, custodian con celo para que ningún hombre se la ponga en la cabeza; dejando a un lado este «paradigma», la línea del derecho representa su propio método para establecer las palabras, las verdades y los sistemtas.
Su viaje, se abunda en esta columna, es el cierre de una membrana urbana y republicana a medida que se industrializan los campos y los demócratas se apiñan en las urbes añorando (o no) sus caserones y granjas de provincias. Si el derecho natural tiene el color pardo de la tierra y el verde de la fotosíntesis el derecho civil tiene el color del cemento y el transparente del plástico. Si fuera huele a veces a estiércol, otras a sangre de herbívoro y otras a selva, dentro huele a combustión, bullicio y trasiego. Dentro, una vez más, en la propiedad privada (que también se ejemplifica en las migajas que se le conceden a la propiedad pública) de nuevo cambian los aromas, colores, en jardines y huertos conquistados a la piedra y el techado.
No hay duda de que Internet es una red posterior al derecho civil y caso de demandar, si llegara el caso, arreciara un tipo de «asistente» que se presente «autoría» y reclame para sí y su laya un nuevo coto de «derecho» (¿derecho artificial?), los debates sobre tal entidad deberán arrancar tras Babbage y Lovelace, en el extremo inferior de esta línea evolutiva, et alli, como, a mediados del siglo pasado, contemporáneo al primer gran congreso (sistematizar la IA), el Platón de nuestra, Turing. Otro que mira hacia atrás, lo ve venir, y lo enmarca para invención.
En ese momento de la Historia, el tal Alan Turing, para armar su modelo, para montar su rompecabezas, no tenía piezas de Inteligencia Artificial, ni tenía ejemplos de autómatas ya no solo electrónicos sino, vimos, digitales. No tenía redes neuronales ni siquiera una construcción clara de un lenguaje de programación. Recogió el legado, flores de oro, hilo sapiens de lógica analítica, y, evolucionó la ceremonia.
Las máquinas de Turing son «autores» programados capaces de «crear» si se insertan en un entorno de ejecución con un tiempo (o ciclo, o pulso) de vida (artificial, virtual). Aquellos, los primeros, los de Turing, eran autómatas capaces de correr una cinta de instrucciones hacia adelante y hacia atrás recreando distintas secuencias de actuación, que, entonces, aparentan «inteligencia». Y puede «firmar» ese «autor», en el sentido de una voluntad que toma decisiones (aunque, aquí, la decisión este encorsetada a leer la cinta y obedecer la instrucciones escrita a priori). Turing se imaginó al «autor» como un «cabezal» que lee o escribe en una cinta. Para Platón fue un modelo trino de palabra-verdad-razón. Para Turing de instrucción-cabezal-autómata.
En su creación, estos «autores» de «software» que usan la cinta y el motor «hardware» que la mueve, discurren en espacios ideales donde ni el tiempo ni la memoria son finitos; o sea, por tanto, son infinitos. Así, el «hardware» igualmente, es infinito. Un motor de movimiento perpetuo. Una fuente de energía renovable sin agotamiento.
Tan ideales como los mundos perfectos y puros de Platón. Y, por tanto, literalmente: son espacios virtuales; y, Turing así, inventó (sobre el SOTA de su época) la cibernética como espacio virtual donde corren autómatas, mitad lógicos mitad físicos.
Las cintas, entonces, son un modelo del lenguaje.
Y, vemos, ahora que ya se anuncia, a siglo y medio de Ada Lovelace, que los sapiens vamos a dejar de programar porque la sexta generación de lenguajes ya no únicamente permiten la programación en lenguaje natural sino que, artificial, será la propia IA quien, con su método, se encargará, «autora», de hacerlo.
Vimos en esta revista, se recuerde, lector, se sepa, cómo desde los primeros y matemáticos lenguajes de programación de «drivers» específicos para maquinaria, ensamblados en circuiteria lógica sobre placas con procesadores, medio electrónica medio digital, han ocurrido cinco olas cada una aportando mayor expresividad a los lenguajes, acercándolo (ese «it» de la Web 3.0) al lenguaje natural.
Observamos, a toro pasado, desde aquellos primeros «autores» animados a salir de la caverna en la Grecia de Platón, este presente nuestro, ¿verdad, lector?, de IV o V Revolución Industrial, crecidito ya en un maduro sistema de economía mundo que prendió mozalbete nacido en la SOTA de la Modernidad. Movimiento capitalista que cursa adolescencia desde los burgos alrededor de las concentraciones urbanas donde vías cada vez más internacionales mueven materias primas desde sus orígenes para ser transformadas en los centros burgueses de producción, y vueltas productos, reingresada en la red económica como bien de consumo o de servicio.
En esa tensión entre republicanos analíticos y protestantes emancipándose de la tradición; frente esa otra fuerza donde demócratas continentales se mantienen firmes, cristianos, incluso pero no siempre, apostólicos y romanos, cuando no, en la resistencia, teólogos de la liberación.
Vemos, hemos visto, hidra de mil cabezas, aparecer sobre el globo terrestre esa nube de sistema de economía-mundo en la medida en que la red industrial se forjaba y permitía a los burgueses acumular poder y posición frente al Viejo Régimen, vemos la línea que nos trae al presente de aquellos fuegos de los burgos epicentrados en su alcance local, que pronto se transformaron en el soporte de comunicaciones y transportes de alcance global (en terrenos pacificados, dentro de las líneas de guerra; abajo desarrollo esto), abriendo los juegos de poder a puras luchas financieras que no han tardado, rabioso presente, en armarse nuevos feudos, corpos de Cyberpunk.
Observamos, nosotros que hemos nacido en esta época, ese rastro de viciado solipsista que, plus ultra, se pretende universal, esa «riqueza de las naciones» apegada a la economía real en la aventura que le ha supuesto a la Tierra que el capitalismo atravesara estadios neoliberales para desembocar en el anarcocapitalismo que medra voraz y depredador tanto desde los parkets y fuentes de creación monetaria como, corriéndole al paso, dinero criptográfico versus dinero fiduciario, las bolsas de intercambio cripto, de esta otra economía financiera actual desapegada de la realidad y ya nativa digital. El patrón oro, con Nixon a la cabeza, (territorio analógico), en este contexto, ya ni siquiera pasa por la cabeza (del paradigma digital).
Y, sí, lector, en los últimos meses parece que solo hay dos temas sobre la mesa, el gobierno de Trump/Musk en la mitad de sus 100 primeros días vangloriándose en su parafraseo político de que: «la filosofía (el estudio del método) no solo es parlamento sino tranformación»; y, el otro tema, la IA. IA a todas horas, en todas partes, y, desde los drones sobrevolando las líneas enemigas hasta el robot este preciso para operar del doctor de La Revuelta (¿conoces el periplo, lector?), ¡la tecnología no es mala, depende del uso, :-D!). Hace dos milenios y medio, el tal Platón escribió lo de la caverna. Invitando a salir al mundo, más allá de las sombras, proyectadas en la rocas.
En un primer término esos «emancipados» que no miran al sol se verán envueltos en doxa, en opinión. Tras tiempo con las antorchas, finalmente, alejándose de la caverna, adentrándose en la naturaleza, si hacen gestión ética de la luz, esos que no se ponen cara al sol porque la luz del sol cuando mejor funciona es alumbrando y permitiendo «ver» (a la par que calentar,… la cara no debe mirar al sol sino mirar al planeta iluminado en su luz); esos que escapan de la caverna y reclaman su «autoría» (gestión propia de la luz y las formas; en la caverna son «otros» quienes escogen qué antorchas y qué figuras se proyectan) tendrán que hacer progresión desde la doxa hasta el nous pasando por el episteme; esto es, si a toro pasado vemos que los 3 estadios de Comte (teológico, metafísico y científico) trazan y delimitan un espacio positivo-empírico, igualmente vemos el mismo espacio delimitado por las fases de la alquimia nigredo-rubedo-albedo; y, delimite lo que quiera demarcar la Ciencia, en un sin fin de corrientes terraplanistas, apocalípticas, freaks de paramundo.
El postulado o argumento a defender, al respecto de esta cuestión, para mí, lector, se talla en la concepción del momento ignoto que no puede saber porque nunca ha visto.
Este estadio es teocéntrico. Es la nigredo. Es la doxa. Después, el paso metafísico es una rubedo epistemológica que acabará forjando el albedo de la noos, luz serena capaz de hacer ciencia, replicable a iguales circunstancias y verificable entre pares.
El profesor Fernández Liria explica a menudo en sus charlas la cuestión de «los poetas vs los filósofos» en las horas retóricas de forja del sistema y consenso de la verdad en tiempos de Platón. Lo que Sócrates, otro de los cristos, héroe entre mil, ejemplifica con su condena mortal, mártir que acepta la muerte antes que negar «que se mueve» y que el reino que trae es, en toda regla, un giro copernicano, el SOTA de los eslabones de evolución siendo sobrepasado por una nueva y genuina ideación. La mayéutica de Sócrates enseña a nacer desde la mente de la persona, útero mental, un logos, un «autor». Platón, así engendrado y «nacidos 2 veces», una generación después, todavía torpe y rudimentario, es capaz de balbucearlo: «logos».
Con los milenios, este balbuceo se tornará en producción de textos tan terso como las frases lapidarias de Luther King denunciando la esclavitud o el rostro debidamente sereno de Gandhi señalando con desobediencia civil la injusticia de la norma, texto viciado a favor del legislador, colonia británica.
Textos repletos de luz y colores firmados por un «autor», que una vez vivió en una caverna, distraído solo con negras sombras.
Dos milenios y medio, «los autores» de Platón no solo han aburrido al planeta con toneladas y toneladas de escritos sino que, desprediéndose de sí mismos, en la pura poesía sofista que explica el profesor Liria, son capaces de trascender a tipos de escritura no biográfica, no egográficas o autobiográficas sino abiertas, en la pura adherencia a un método-estilo. Saltito desde los mares de opinión, a través de niveles de «generación» epistemológica, nuevo de textos aupados fuera del solipsismo de doxa, articulación de un método. Una escritura con posibilidad de asepsia, y pretendida (aunque quimérica) objetividad.
El triunfo del autómata de Platón floreción en nuestra historia, rompiendo el consenso, rasgando el velo de Maya, saliéndose de la caverna, cambiando el oscuro populismo de los guardianes de la cueva por la compleja y atareada existencia ética a la luz de la evidencia, los hechos y el calor del Sol, en un ecosistema, aplicando una economía de materias escasas, que se convierten en bienes de consumo o soporte para servicios, etcétera.
«Autores» capaces de escribir después de la poesía escueta, breve y sucinta verdaderos mares de palabras. Novelas, e, incluso, sin agua, solo los peces, ensayo desnudo, discursivo y tan personal como poblado de personajes.
En una misma moneda, dos caras con pasamontaña (abajo lo abundo, entre un narco y uno del ejército de liberación), la misma palabra del miliciano armado con verdades del mundo distintas. Para mí este «escribir» a pie de página de Platón, constituidos «autores» de «logos» como el diseño, para mí es un escribir agridulce. La verdad de Agamenón, su porquero tan previa a la eclosión de epistemología científica, dentro de aquellas flores amarillas, aquellas fibras de oro, de tradición sapiens, es una verdad frágil y casi de «etiqueta», «cortesía», «educación» o «clase». Son verdades muy de estar en zona pacificada. Salirse de ella obliga al coste en las muñecas por las cadenas o por el filo del acero separándote las manos en castigo. Son mártires los miles de héroes con la misma cara (Sócrates, Jesús, Galileo…) personas forjadoras del método. Desde aquellas escrituras poéticas o filosóficas, a las solvencias científicas que proveen de artefactos técnicos, para un tiempo donde el Optimus de Tesla o los perros de Boston Dynamics, autores y protagonistas de la web 3.0 andan ensayando en gimnasios, sandbox y máquinas virtuales.
Cuando Platón afirmó que «recordar» y «saber» son eslabones de la misma cadena de relación no existía, ni siquiera, la idea de «autor»; la idea de fuente desde donde saber o recordar. Esta idea, se ha venido argumentado hasta aquí, y ahora ya se remata en claro, corto y sin más galimatías, es el viaje de un hilo de oro que, hasta la novela, en el límite, antes de ensayo-periodismo-paper, todavía confunde al «autor» con el texto y no canta ni escribe nunca sin implicarse. La novela está ahí, en el medio, ¿verdad? Aunque en las páginas de la obra pueda en su mayoría abundar literalmente la narración de verdades virtualmente semblantes o ejemplificantes, verosímiles pero no reales, existe entre quienes trafican con novelas un pacto de «no verdad» a la hora de jugar con la analogía, la metáfora o la fábula y la alegoría para llamar al «irse de putas» como lugar común del patriarcado, por ejemplo, un «irse de campamentos» (este chascarrillo lo repito luego abajo en el texto, contextualizado y con referencias, «annotations» que se dice en inglés).
Justamente, en ese vacío de poder, él, filósofo de renombre en su ciudad, mediante y durante su obra, catedrático, levantado y abriendo una escuela para formar en el método, Platón y los suyos, a su modo, en su ramita lingüística indoeuropea, construían, construyeron, de hecho, lector, el modelo del Logos, un Modelo del Lenguaje que pudiera iluminarse teórica con ladrillos puramente formales. Con los milenios, ¿verdad?, han venido otros a zimbrear como Cortázar sistematizando con tiza en el suelo, rayuela donde baila a la pata coja su Maga o, también, sistematizando allí donde Borges escondía bajo la escalera una portal de entrada a su «patria».
No existían las redes en las que novelas o ensayos o magazines o papers pudieran circular. No existía cuando el comparó el «recordar» con el «saber» ningún modelo que permitiera, en tiempo real, comunicarse con toda la humanidad (a poco que pase un satélite de Starlink por encima y se disponga de una pequeña placa solar y una Rpi tipo la que con tan gentil y loable mérito están buildeando en SolarNetHub, et alli).
Sea como fuere (latiguillo, el «sea como fuere», de un streamer muy de moda en la escena alternativa-underground del Ruedo Ibérico; que ahora está de gira por Méjico; y al que desde aquí le presento mi nuca, hincado con la espada en cinto y las manos cruzadas sobre mi rodilla, respect!), para uno de los primeros pensadores del trozo heleno del reino sapiens, saber era «recordar», y esto, por más que la quinta ola del feminismo (una menos rabiosa y combativa que establecida y asentada, tras las olas emancipadoras) no guste de que se menten como anales, pilares o incunables las obras procedentes de machos, cis, heteronormativos y con barba, es un lugar común que «recordemos», a pie de su página, para saber.
Sea como fuere, este «streamer» mentó en su «stream», hoy domingo con la vesprada, presentando su obra, a minutos del «estreno», en su canal de «stream», en «directo», comentándole al «chat», un centenar de aguerridos, aguerridas y aguerrides indígenas digitales del la esfera iberófona, este divulgador del séptimo arte (que lleva ya 2 aplazamientos anuales, sendos abraxas completitos, justamente: por divulgar filmografía de forma «crítica», denunciado con demanda de cien kas de euros y no sé que puñado de años de prisión; demanda interpuesta por una super corpo de los derechos de autor férula de un señor feudal típico de estos de los de Castilla: campechano y bien vestido; con estadio propio y, es de entender, «campamentos» que ponen eufemismo en el Polònia de Tv3, y que, monopolio: «… como productor, se ha comprado todo el cine español») pronunció en su «speech», enfocado en la «cam» y hablándole al «mic», algo así como: «me lo estoy pensando,… sí… mira… igual sí es una opción pasarse por Cherán, a ver qué…»
Y, lector, ¡zas!, en mí, «un recuerdo saltó al presente», que parafraseaba ese «¿Nos vamos a Cherán?» con un «¡Nos vamos a Croatán!». ¿Sabes?
Yo, en mi escritorio, con la tablet conectada al canal de uno de mis creadores de contenido de cabecera, contextualizado (malditamente) en una filmoteca, que está de gira por Méjico, y al que 3g34 (una corpo de las de cyberpunk) le saca los derechos por mentar la del Ángel Exterminador de Buñuel (¡que, en esta revista lo reivindicamos: debería pertenecer al Dominio Común!!!!); con un foco a media luz, no le doy importancia a ese viejo, lejano recuerdo enterrado en mi subconsciente, ¿dónde está Croatán?, Cherán está en Méjico.
Sentado en el escritorio, con el foco, la tablet con el stream, me desencanto un poco, recobrando ese cierto «centro» al que regresamos cuando «salimos» de una actividad y estamos a punto de «entrar» en otra, con su cambio de contexto-roles-circunstancias-trama-ethos, ese momento engarce ente dos «vivencias» cada uno con su propio pathos en su trama particular, ahí estoy yo, un domingo como otro cualquiera, del primer trimestre del vigésimo quinto año del segundo milenio de la era indoeuropea, husmeando el manual y forjando mis apuntes de la asignatura de «seguridad de las comunicaciones» (donde explican el IpTables), abstraído un momento, quedo quedo, medio escuchando al Feo, con la vista clavada en un párrafo del manual que explica cómo poner una «regla» en la cadena del firewall que «permite cualquier interacción con la máquina» y, seguido, otra regla que, en su extremo: «bloquea toda comunicación».
Eso, entre un pacifismo snob, pusilánime y buenista o un autoritario dictador cegado de poder, pienso para mis adentros, es sencillo: lo difícil (y sigue el manual explicando el «método») es montar un sistema ético capaz de ser lo suficientemente restrictivo como para que el sistema no se pueda infectar por depredadores arácnidos que se zampan el contenido del nodo; y, a su vez, el sistema de reglas es permisivo en el grado que permite a la máquina ser funcional y no una mera crypta opaca que protege como una ostra una perla de criptografía.
Lector, ¿sigues conmigo, verdad? Sé que estoy forzando un poco «lo técnico» del discurso. Pero, creo, con moderación. ¿Me sigues? Entre el pacifismo del burgués rebelde; y el anquilosamiento del militar borracho de poder (las dos reglas de arriba: a) permitir todo, b) prohibir todo) que parecen dos grandes sierras en el norte y el sur de un inmenso valle donde discurren aguas de pacifismo y autoritarismo en una compleja red hidrográfica de posicionamientos «éticos». Esta, lector, son mis rosas rojas, mi emociones azules, hay día de hoy, pasadas por un tamiz digital. Esta, lector, es mi poesía. Aquí te la estoy cantando. Todo un método para establecer y crear «ética», esto es: relación de los seres vivos con el medio en que viven; la ética es… [Insertar aquí corriente preferida con su visión más menos unificadora del todo o más o menos defragmentadora en la nada].
Por jugar: «¿Ética? ¿me preguntas qué es ética?» parafraseo y derivo a otro de mis divulgadores de contenido de cabecera, el doctor Clarés, experto en Thoreau: «¡Ética eres tú! Te respondo clavando mis pupilas en tus ojos»; así, con un ojo y la oreja donde el Feo presentando su pieza sobre el potorro femenino, sobre la pezuña de camello; con otro ojo en el manual de «seguridad», con los visos de final de este segundo cuatrimestre; y con el ojo del alma, donde Clarés abundando en la ética para Thoreau; aquí, ahora, hit et nunc, en mi escritorio, una semana más (o menos), tras siete días «orando y laborando», tras una tarde de domingo de estudio de técnicas y artes digitales, dudando si levantarme ya, preparar rápido la cena y acabar la semana dándole mi «view» y mi «like» al Feo antes de dormirme.
Y, así, optando por lo segundo, desalojo el escritorio, irrumpo en la cocina apurando la última de las tarrinas del «batch» cooking de esa semana (sin tocar las que esperan en el mármol a enfriarse para la entrante), calentado rápido, bandeja y justo a tiempo para ver en el canal de stream el Feo lanza el enlace al estreno de su obra, en esta ocasión, relacionada con la luna, las almejas, las conchas y todos esos eufemismos como aquél sonado en que un ejército digital paramilitar denunció por odio a una virgen con esa forma. No sé qué me da más pena o admiración, si la denuncia por los derechos de autor del «cine español» en la filmo maldita o la denuncia aquella por los «tales» insumisos. Y, entre el pacifismo y la autoridad militar, hay que reírse.

Domingo, 23 de marzo, en la vesprada, aquí estoy, mi mente reculando al centro, desprendiéndose de las actividades que me entretuvieron toda la tarde, «recordando» ese saber que una vez tuve sobre la cuestión esa de «¡Nos vemos en Croatán!». Siento un lío que mezcla ese «irse a Croatán» con un irse de T.A.Z, (por su inglés: zonas temporalmente autónomas; famoso lugar común del anarquismo para expresar una cierta no-topología del no-lugar en plan el «nadie» de los «sin rostros» al estilo que se cita en la primera parte de esta tercera entrega en su tercera temporada, T03x03: «Ora et labora»; pero no. Aparto de mi «saber» esa relación. Estoy convencido de que no aprendí la historia de Croatán en un manifiesto de Hakim Bey.
El «¿Nos vamos a Cherán?» del Feo tiene la culpa de este «pensar»; suspirado un poco con «miedo-ganas» y picorcillo en el ano (culo inquieto), incluso con sana e inocente curiosidad.
Tratando de apartar contingente y coadyuvante de núcleo y adn, me fuerzo a recordad ese «Croatán» que debe describir un momento en el que similar al «pacifismo/militarismo» existe una leyenda «rosa/negra» que explica esa relación finalmente, y por ética, prohibida en la ONU con expreso mandato de que todos los territorios del planeta que estuvieran colonizados y, por mandato, de ahí en adelante debían descolonizarse.
Croatán, se explica, (¿a saber dónde he oído eso?), es una historia de «inmigración» inversa, en la que los inmigrantes son acogidos e integrados, normalmente, en la comunidad. El colonizador que se queda a vivir con los descolonizados.
Todo esto, lector, me parece de una seriedad terrible. En particular, configuar IpTables, perdona lo forzado (para ti) de esta asociación y el meter el (para ti) tecnicismo del IpTables. Se trata de un software que se usa en «seguridad» de la información y, a mí, hablando de colonizadores y descolonizados, me supone una misma entidad semántica. Sus «embeddings», sus vectores en el modelo artifical del lenguaje tendrían (y, lector, perdona que haga poesía en mi tiempo con los términos y materias de mi tiempo) similar dirección y módulo en el espacio.
Montar un sistema de reglas capaz de proteger mi máquina del exterior pero, a la vez, capaz de ejercer como nodo de pleno derecho en la red escuchando y pasando información con mis pares. Pura ingeniería. Gente que tiene síndrome del impostor y pudiendo actuar no actúa; y gente que sin saber actúa creyéndose que sabe lo que hace. Un iptables, en este contexto de red, donde hay nodos que pueden obrar en una gradación de ambas posturas, para mí, es una semántica del protocolo, la educación, las formas.

IpTables como un cortafuegos, para mí, en mi «movie», es un principio mínimo para cualquier sistema ético. Tras analizar el vídeo de los narcos, en la presentación de la obra semanal del Feo, que, por cierto, no lo comenté del todo, traía este vídeo sobre el yin, sobre la raja, sobre el higo, sobre el chichi-chocho-pucha y su representación en el imaginario cinematográfico, pieza que, aún no pude ver (y miedo me da por si lo tumban como el de Buñuel: ¡¡descarga!!!); reflexioné sobre la ética, los pasamontañas y mi moneda.
Si algo tengo claro es que sobre la materia (la ética como motor de los individuos en el ecosistema) se ha escrito y abundan las aportaciones; entre un presente de, et alli, «Ética para Amador» de uno de los filósofos menos cool (esto es opinión) del Ruedo Ibérico en su última etapa; y un proto-inicio-de-todo, la ética de Aristóteles (discípulo rebelde del que vimos arriba, el tal Platón) para Nicómaco en los albores helenos. De una seriedad terrible, sea como fuere, lector, permite que suelte un momento el dictáfono que me cuesta hablar con la boca llena, acabo de cenar, y, además, empieza el estreno del feo. En un cuarto de hora, al acabar, recogeré la bandeja y vendré a transcribir esta «addenda» y colgarla, por los «lols», initulandola: «T03x03 (addenda): «Nos vamos a Cherán (léase: Croatán)»
[Trozo recortado]
[
Cuatro horas después, madrugada del domingo al lunes, 23 – 24 de marzo, ya en el saco, estirado en el futón, tomo el dispositivo para darle al «rec» y dictar un «no me ha dado tiempo ni hubo ocasión de cumplir lo prometido; queda de tarea pendiente para el lunes acabar y transcribir esta columna.» Hago «pause» (con el botón de las dos rayitas verticales, en lugar de «stop»). Y, sin soltar el apartato, tumbado, quedo un impasse así, quedo. Quedo quedo.
]
En el silencio y la oscuridad y mi «salirme» de toda actividad, mi recular al centro que cada noche cruzo para «soltarme» y dormirme, quedo un poco extrañado observando el pausado en lugar de la detención de la grabación: «¿tengo algo más que decir?» me pregunto con ganas de apagar ya, doblarme sobre un lado en fetal, estremecerme un poco ajustándome con el brazo el saco y expresar un claro, sentido, honesto (y, junto al «ora et labora»): «esto es lo que hay; no lo he inventado yo.», que acabe en un yo hondo, tipo suspiro, solapándose en un «ohm» que expresan los orientales budistas, símbolo de la totalidad en la que, un domingo, más (tercero de la tercera, lector), me dispongo a disolverme como un azucarillo.
Y, sí, (le doy al «rec»), algo más. Pues: la alegría y sorpresa de encontrar en redes que una de mis poetas de cabecera ha decidido recuperar (o, mero, añadir otras páginas más; interpretar otros pocos capítulos; hacer un «siguiendo») tanto en el portal de microblogging como en el canal de difusión de contenidos.
¡El Stream, ese nuevo sentido interplanetario!
Odio descargar una y otra vez la misma canción, por conciencia ecológica, por economía ética, por el impacto y la huella ecológica; una y mil veces (¡y cuántas más mejor, más hit, más honor viral superventas!) Siempre recordaré el agrio sabor en la familia de Metallica cuando atacó a Napster, justamente por eso, anteponer el interés del dinero a la ética de sostenibilidad en el ecosistema y supuso un estallido de mi «conciencia» al ver a mis «head metal» de cabecera chapotear sus himnos metálicos con tales lodos; siempre recordaré cómo se vivió en la escena digital la historia de Spotify, como paradigma y contexto de roles que ejemplifican a las corpos del Antiguo Régimen protegiendo sus privilegios de leviatán trino frente a los intrépidos y aguerridos rebeldes que tratan de zafar y, por la razón, a veces, creando monstruos. ¡Cómo odio el stream! ¡El mismo gasto de transporte por el planeta de esa canción arriba y abajo sobre un soporte (modelo OSI) que vale su peso en «materiales raros» y, a su vez, «los materiales raros» (en concreto, el 50% de los existentes en el territorio de Ucrania) son la razón por la que uno de los hegemones de occidente decide o no entrar y pacificar la zona, amén de los negocios! Ya tú sabes.
Atrás, en el olvido, quedan las bibliotecas y archivos personales de los 90 y dos mil, en nuestros soporte digitales (que podiamos copiar y sobrescribir, una y otra vez) cada vez con más megas, gigas y teras cada vez más aterrorizados los señores feudales que cobran royalties asistiendo a la disolución de su imperio; abajo en el underground, quedan las redes p2p que hoy día respetuosas-éticas-y-responsables…
¡Amen! Sin tilde, por otra parte, lector, ¡¡amo el stream!! Me parece la creación más apoteósica conseguida hasta la fecha. ¡Amo mucho este poder de comunicación en tiempo real, instantánea! Comunión y parroquia solo comparable a la emergencia del llamado cuarto poder, los medios de masas.
¡Creo que es un sexto sentido que la humanidad se ha dado a sí misma, la red de redes, para ayudarse a crear un sistema ético basado en el entendimiento protolocario de todos los nodos de la red humana!
Espacios ecuménicos que, como es natural, se describen comunes y generalizados por obras de ingeniería aprobradas y consensuadas ya sea de facto o de iure.
Tanto estándares forjados desde los órganos regulatorios supra-estatales como casos y cosas que por funcionar y ser útiles, a pesar de la norma, son usadas por los internautas.
¡Amo este poder en el sentido en que, virtualmente (y este «virtualmente» es «literal», valga el oxímoron) la oportunidad que semejante tecnología posibilita para que la humanidad como Aleph difícil de contenerse se forge res extensa, sustancia primera y última de todo cogito, de toda aventura de emancipación sapiens que postule un «recuerdo» como algo sabido, se aventure a cerrarse con iptables (o similar), y pida a la red «una ip» para iniciar su «estancia y participación», ya sabes: «En la web, si hiperenlazas o te hiperenlazan, estás dentro».
Uff, lector, creo que se me desbordó el nivel de «tecnicismo». Déjame rectificar con la misma imagen que de un lado tiene a la primera ponencia de los últimos encuentros que publicitan en el enlace zapatista y que llama a celebrar la primavera de 2025 que, con la otra cuenta, el otro reloj, es el año más treinta y uno, callForTopos para celebrar que los desaparecidos ya estén subterráneos en el underground o florecidos con miradas en la Corte y en Palacio ahí están para cantarles y que el arte «es una que ni es buena ni mala depende de cómo se use, arma cargada de futuro».
Pues en el reverso de esa moneda a la que esta columna «addenda» se suma como miembro (pido IP para el encuentro, y, en el nodo contendrá esta columna, estas letras), hay 2 rostros, dos caras, no hay cruz, y las dos con pasamontañas; es, entre esas fuerzas militares que una revista como esta puede amar mucho el stream y sentirlo «don» en tiempo real para nuevos lazos con la Opinión Pública, nuevo Mar Mediterráneo, Mar Nuestro para unir ecuménico en la distancia, nueva forma de crear weik, pueblo. Lector, ¿alguna vez has hecho un ChatRoulette? Te lo aconsejo. El concepto.
Acabo. Te dejaré, signficado en la moneda de uno de los pasamontañas, extracto de la convocatoria que hace un grupo de liberación mejicano para celebrar un festival de inicio de primavera donde se recuerdan a los que una vez se sabían pero que llevan tiempo que no se saben. Acabo, feliz porque una de mis poetas de cabecera nos regala en redes su obra, en la otra cara de la moneda, el vídeo que proyecta el Feo en la presentación de su obra semanal sobre la «cosita» de las «mujeres», y que lleva a la comunidad allí presente a reflexionar.
Aparecen, en el vídeo, armados hasta los dientes y con pura última generación de «tech» bélica, un comando de la mafia del narco mejicano (creo) quejándose, en discurso tan solemne como el del Subcomandante Insurgente Moisés leyendo el pregón del Encuentro de Arte, pero, (¡Ay, pobre de ti, Humanidad!), en sus antípodas, el otro pasamontañas de mi moneda, bociferándole en el stream a la cámara, clamando en el micrófono las iras en la relación entre la policía y la sociedad civil respecto de los territorios y la propiedad privada.
Pasamontañas, entre un pacifismo rebelde y digno y una fiereza trófica paramilitar, lector, un mundo viviendo.
Y, así, sea como fuere, en piezas cortas de microblogging, esta poeta ha subido varias «mixtures» donde los libros (las hojas blanco y negro) se esconden o aparecen entre brotes de naturaleza que, si no de un jardín o un parque privado y vallado, sí de un territorio pacificado, a varios kilómetros de las líneas del campo de batalla.
Cara y cruz de una moneda, entre un territorio donde únicamente moran herbívoros con coronas de flores silvando amorosos y agudos cantos de reunión; y una selva venida a menos por los sedentarios que rugen y muestran su depredación con afilados colmillos y punzantes garras ahora, porque las revoluciones se televisan, cómodamente en un sillón.
La gracia entiendo, del sapiens, es su calidad omnívora. Las cantidades, etonces, de depredación, para un sistema ético, y para una dieta no pobre en B12, son el meollo, punto caliente de la cuestión. Me pregunto si el león o el lobo pueden tomar esta decisión.
Necesito, para ahogar mi dolor, este dolerme el mundo, construir un dique de palabras. Autor que genera su propia contención semántica. Dice así:
Se justifica la guerra por los «materiales raros» en el gasto sobre el modelo OSI cuando el stream son los versos (o los cantos) de mi poeta de cabecera, en tiempo real, desde el centro del Ruedo Ibérico (en Salamanca) en rabioso directo, «retransmisión», al resto de la península. Ahí el stream es bendición, incluso con su huella energética. Pero, lector, perdona que te lo espute, ruego no tomes personal este exabrupto, te solicito no te comas este execrable decir que te diré, pero, ¡serás un malnacido si el stream lo usas para volver a bajarte el Aleluya de Leonard Cohen, el Omega de Morente, et alli, por citar!
Se entiende, malnacido si le quemas al planeta, por gusto (y no porque te pille sin tu maletita de cassetes, tu maletita de CDs o vinilos) caso de «normalidad» donde deberías, por ética, conservar una copia de las canciones que cada poquito escuchas, porque te acompañan, himnos, forjando consenso, de ética (poética, en este caso; preguntar a María Zambrano cómo es esta idea de quinta ola feminista, que saca del atolladero y manda a Croatán, Cherán o cualquier caracol de la Realidad).
Hasta aquí, lector. Final de la corrida de hoy. Ya no traigo más «a toro pasado». Recordar, se dice, es «saber». Entre un pacifismo-de-flores-y- nipples-liberados y el-autoritarismo-de-los-delirios-militares del siglo XX, entre una ética del «dejar hacer» y unas «leyes fundamentales del reino», opino: «el stream no es malo ni bueno. Depende del uso que se haga». Aquí lo dejo, lector, cambio y corto. Creo, tú dirás, he sacado bastantes toros a correr en esta columna al pie del Ruedo Ibérico. Marzo del 2025, Elche. Buenas noches. ¿Tú vienes al encuentro?
(extracto del comunicado)
- Fecha:06 Mar 2025
Fuente: Enlace Zapatista
CONVOCATORIA ZAPATISTA AL ENCUENTRO DE
ARTE, REBELDÍA Y RESISTENCIA HACIA EL DÍA DESPUÉS.Marzo del 2025.
Las Asambleas de Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (ACEGAZ), las comunidades zapatistas y el EZLN convocan a artistas de Teatro, Danza, Gráfica, Música, Escultura y Literatura de México y el Mundo al encuentro con artistas zapatistas:
(REBEL Y REVEL) ARTE:
ARTE, REBELDÍA Y RESISTENCIA HACIA EL DÍA DESPUÉS.Que se celebrará los días del 13 al 19 de abril del 2025 en 3 sedes: Caracol de Jacinto Canek, Caracol de Oventik y el CIDECI de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.
Puede participar cualquier persona que tenga como bagaje alguna o varias de las artes, que esté contra el sistema capitalista, patriarcal, racista, discriminatorio y criminal, y, claro, que se sienta convocada.